Bikepacking por el Alto Tajo… mal

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¿Se puede hacer una versión reducida de Montañas Vacías en dos días? ¿Son suficientes como para disfrutar de una aventura da bikepacking por el Alto Tajo? Vas a ver como sí.

 

Las premisas

Llevaba muchísimo tiempo con ganas de volver a realizar una escapada en bici de varios días. La última vez fue la Vía Verde del Carrilet ya hace tantos años que casi ni me acuerdo. Pero es que las obligaciones familiares hacen imposible encontrar un hueco de varios días para poder realizarlas.

Pues bien, por fin se daban las circunstancias este verano que me permitían escaparme dos días, el 12 y 13 de agosto, y por allá por primavera empecé a pensar por donde podría organizar el viaje. La primera opción fue algo alrededor de la casa que mis padres tienen en un pueblo de Toledo y así diseñé una ruta de dos días con la idea de dormir al raso, cosa que nunca había hecho. Me salió una ruta de 140 kilómetros y aproximadamente 2000 metros de desnivel. Pero el tiempo fue pasando y llegó el verano y por circunstancias apenas pude hacer km para prepararla con lo que mi estado de forma no era para la ruta tan exigente, así que deseché la idea de hacer el viaje.

 

Montañas Vacías en dos días

Como parte de las vacaciones las iba a pasar en Canredondo, que está en el entorno del Alto Tajo, me llevé la bici para hacer alguna salida aprovechando que también iba a estar allí mi cuñado Jesús, uno de los ilustres perdedores. Hicimos dos salidas chulísimas y me hicieron ver que aparentemente no estaba tan mal físicamente como creía. Así que en una de estas noches de insomnio debido al calor de Leganés cogí la herramienta de Komoot y decidí crear una ruta que fuera variante de Montañas Vacías para dos días.

Empezaría en Peralejos de las Truchas e iría a Zaorejas pero por otro recorrido distinto al oficial para en la siguiente etapa ya volver por el camino que transcurre por el cañón del Tajo. Como la idea era dormir al raso vi que había un refugio de pescadores al lado del río y pensé que no estaría mal acabar la primera etapa allí, total solo era alargar la etapa 10km y en su mayoría cuesta abajo.

Así quedaron definidas las dos etapas de nuestra particular versión de Montañas Vacías: La primera 59,5 kilómetros y 930 metros de desnivel y la segunda más corta de 42 kilómetros y 790 metros de desnivel.

Aquí y aquí puedes descargarte los tracks.

 

Algunos preparativos

Así que en cuanto llegué a Canredondo, una semana antes de la fecha le enseñé a Jesús la ruta que tenía planeada. Su cara lo dijo todo, él también quería hacer esa ruta. Así que tras consensuarlo con la familia se apuntó a la aventura.

No podía ser de otra manera y me alegré un montón, todos los viajes que he hecho con la bici ha sido con él, es uno de los Perdedores con más espíritu aventurero.

Pues a menos de una semana no teníamos casi nada de la logística preparada. Jesus optó, tampoco tenía muchas más opciones, por llevar el equipaje en la mochila que tiene para montar en bici. Yo en principio también iba a llevar la mochila, pero pensé que mejor era comprar uno de esos portabultos que se llevan ahora de bikepacking. Así que me pille uno para sillín de 18 litros y otro para el manillar de 9 litros.

La desgracia fue que por un problema informático que no me supieron explicar no iban a llegar a tiempo. Así que in extremis exploré otras opciones para no llevar la mochila a la espalda y me compré un portabultos que va a la tija del sillín, craso error que veréis más tarde.

Otro aspecto importante iba a ser la logística del agua. El primer día pasaríamos por diferentes pueblos, Cuevas del hierro, Valsalobre y Zaorejas así que en principio parecía que no íbamos a tener problemas, pero para el segundo día no pasábamos por ningún pueblo y las fuentes en el cañón había leído Jesús que estaban secas. Yo llevo dos bidones de casi un litro y Jesús uno de medio litro. Así que, para cenar después de la primera etapa, desayunar al día siguiente y realizar la ruta no sería suficiente. Por eso yo en la mochila llevaría la bolsa de 2l y una botella de 1,5 litros y Jesús otra botella de 1,5 litros que llenaríamos en Zaorejas casi al final de la etapa para no llevar extra de peso.

El resto de equipación consistía en los sacos de dormir, ropa para después de etapa, comida para la cena, herramientas básicas, un trozo de cordino, cámaras, parches, una batería para cargar los móviles, frontales y linternas para la noche, kit de primeros auxilios, barritas y geles energéticos. Como para dormir directamente en el suelo uno ya no tiene cuerpo estuve mirando esterillas de camping inflables pero todo lo que vi en Decathlon me parecía disparatadamente caro para un día. Así que me fui a Carrefour y por 7 euros compré dos colchonetas de playa que fueron todo un acierto.

Así nos plantamos el día de partida a las 6:30 para cargar el coche y salir a las 7 ya que, aunque en línea recta Peralejos no está muy lejos de Canredondo se tardaban casi dos horas en coche por la vuelta que hay que dar. Aquí no se si fue por el sueño o porque soy tonto sin más llené de agua tanto la bolsa como la botella de agua extra sobrecargando la mochila con casi 4 kilos más sin necesidad, cosa que a la postre se convirtió en un error fatal.

Llegamos a Peralejos de las Truchas a eso de las 9:00, descargamos el coche y yo fijé mi mochila al portabultos con la ayuda de unos pulpos. Ahí Jesús me volvió a recordar que vaciara el agua extra y yo ya encabezonado que no, que por si acaso. ¡Si es que soy tontísimo!

 

¡Comienza la aventura!

Iniciamos la ruta y el primer tramo transcurre por carretera en ligera bajada hasta el rio Tajo, cruzamos el puente Martinete y continuamos por carretera, ahora sí, en fuerte subida. Rampas del 6, 10 y 14% que vamos subiendo de forma tranquila reservando fuerzas para lo que nos quedaba de día.

Después de 2km cogemos un camino a la derecha que continúa subiendo con rampas durísimas. Yo empiezo a notar que debido al peso que llevo atrás la rueda delantera se levanta haciendo muy difícil dirigir la bici. Pero lo duro estaba por llegar cuando de este mismo camino se abre otro a la izquierda que parece una pared vertical lleno de piedras. No queda más remedio que empujar la bici. Ahora toca sufrir 800 metros que nos llevan a la cima y el calor empieza a ser un poco sofocante.

Tardamos aproximadamente 30 minutos ya que tuvimos que hacer paradas para descansar. Después el camino continuaba en una bajada llena de piedras en la que Jesús aprovecho su doble lanzándose sin miedo y yo detrás sufriendo por los baches y pensando en el trasportín.

 

 

¿Qué tubeless ni qué tubeless?

Al cabo de poco ya estábamos de nuevo subiendo, ahora sí, por una pista sin piedras y en la que se podía rodar sin dificultades más allá de la pendiente que en algún punto era del 13%.

Cuando terminamos de subir y empezaba la bajada me doy cuenta de que el neumático trasero parece como que me flanea un poco. ¡Mierda, he pinchado! Sacamos las herramientas y decido sustituir la cámara en vez de buscar por dónde pierde.

Además, al comprobar si llevo algo clavado en la cubierta, descubro ni más menos que tres pinchos. No merece la pena arreglarla. Reparamos tranquilamente y las horas van pasando.

Llevamos más de 2 horas y solo hemos recorrido 11 kilómetros. Nos damos cuenta de que uno de nuestras mayores dificultades va a ser el calor. Pese a que estamos a unos 1500 metros empieza a ser agobiante y tiramos de bidón cada minuto. Continuamos el camino y vamos en descenso por una pista sin dificultades hasta que a la altura de una granja la ruta nos hace desviarnos para coger una senda casi invisible super disfrutona llena de piedras, saltos y demás.

 

Avería gorda

Algún susto nos llevamos. Jesus se dio con un árbol en un estrechamiento y a mi se me fue un poco la bici al bajar por unas piedras. Así de entretenidos íbamos hasta que sucedió lo que tenía que suceder.

¡Crack!

Noto que el soporte da en la rueda. Me digo: Lo sabía, el soporte no iba a aguantar. Pero cuando miro veo que la avería es más sería. ¡Tija rota!. Ahora si que teníamos una buena liada. La mochila me la podía poner a la espalda pero sin sillín no podíamos continuar. Intento sacar el trozo de tubo que hay en el cuadro pero no soy capaz. Necesitaba unos alicates o una llave de fontanero. Por suerte el primer pueblo, Cuevas del Hierro, no quedaba muy lejos.

 

Así que reanudamos la marcha y como era cuesta a bajo fue dejarse caer. Allí buscamos a algún paisano que nos dejara algo para poder sacar el tubo y encontramos a Antonio, nuestro ángel de la guarda. En cuanto le pedimos ayuda nos dijo que le acompañáramos a casa ya que allí tenía herramientas.

Nos dejó un alicate y por suerte el tubo salió fácilmente.

Ahora tocaba tomar una decisión. Pedíamos un taxi, que tenía que venir desde Cuenca, para volver al coche y dar por finalizada la aventura o colocar el sillín con el trozo que le quedaba de tija y continuar en una posición que sabía que me iba a pasar factura y con la posibilidad de que se pudiera romper el cuadro ya que escasamente había introducido la tija 3 dedos.

Lo teníamos claro no podíamos desaprovechar la oportunidad del viaje, así que continuamos ruta.

Se me olvidaba, mientras sacaba el tubo, Jesús se dio cuenta de que también había pinchado, el segundo del día. ¿El destino trataba de decirnos algo? Esta vez era un pinchazo pequeño y lo reparamos con parches a la sombra de los árboles mientras tomamos la decisión de si continuamos o no.

 

De nuevo en marcha

El siguiente pueblo, Valsalobre, distaba a penas 7 kilómetros. Eran la 13:00 horas, llevábamos 3 horas y media y solo 15 kilómetros.

A este nivel de desgracias no llegábamos ni pasado mañana.

Reiniciamos la marcha, el camino iba en subida unos 3 kilómetros hasta un pueblo abandonado. Manda huevos donde fueron a colocar el pueblo, no me extraña que lo abandonaran.

Después venían 4 kilómetros de bajada. Subiendo sufrimos debido al calor pero bajando también. Era de esas pistas que coges mucha velocidad y que tiene mucha piedra suelta y que te hace ir en tensión constante.

Por suerte no hubo ningún contratiempo y llegamos a Valsalobre a eso de las 13:40. Allí estaban en fiestas y tenían un chiringuito muy concurrido en el que solo había bebida.

Preguntamos a un paisano un poco “alegre” por algún bar donde poder comer un bocadillo y nos indico el único que había en el pueblo.

 

Cuando llegamos a él estaba totalmente vacío y no sabíamos si estaba abierto. Allí nos atendió la dueña y nos dijo que esperásemos a que preguntará si en cocina nos podían preparar algo.

Yo me pedí un bocadillo de lomo con tomate y Jesús de longanizas y una Coca-Cola (al final cayeron 2) .

Comimos superbién y el trato fue excelente. Este bar está en plena ruta de montañas vacías y están acostumbrados a los viajeros

Nos ofrecieron cargar el móvil y se sorprendieron mucho de que estuviéramos haciendo la ruta en sentido inverso ya que lo normal es hacer el viaje desde Zaorejas a Valsalobre que es de bajada.

Ahora nos iba a tocar subir una cuesta de tres pares de narices. Poco a poco el bar se fue llenando de parroquianos que se iban interesando por la ruta que estábamos haciendo y todos decían lo mismo: ¡¿Pero la estáis haciendo al revés?! Hubo uno que hasta nos dijo que no llevábamos muy buenas bicis que la gente que solía hacer esa ruta llevaba unos pepinos que ni una moto.

Así que terminamos de comer, eran casi las 15:00 y hacia un sol de justicia. Con la tripa llena y ese calor no podíamos empezar, más si cabe con el cuestón que nos esperaba.

Para colmo al salir del bar vimos que la rueda delantera de Jesús esta floja. ¡Otro pinchazo!

 

Mejor parar un rato

Por eso pensamos que lo mejor es que buscáramos una sombra y descansáramos un poco. En el bar nos indicaron que un poco más adelante había un parque a la sombra junto al antiguo abrevadero. Así que para allá fuimos. El lugar era perfecto con dos bancos y totalmente a la sombra.

 

Allí entre pitos y flautas nos dieron las 16:00 horas.

No teníamos ninguna gana de partir, sólo habíamos hecho 23 kilómetros pero nos parecía toda una vida. Nos quedaban 38 kilómetros pero sabíamos que una vez coronásemos la subida ya sería prácticamente cuesta abajo.

 

¡A subir la cuestita!

Con mucha fuerza de voluntad nos volvimos a subir a las bicis y empezamos bajando hasta un arroyo para ya comenzar a subir. Y menuda subida, 4 kilómetros a una pendiente media del 5% a más de 30 grados de temperatura, se nos hizo bola.

Sobre todo, a mí que en la última rampa al 9% empezaron a darme calambres en los cuádriceps. Por este motivo tuvimos que parar y echar Reflex a los maltrechos muslos.

En mi cabeza solo pensaba en como iba a poder terminar esta etapa en ese estado. Pese a haberme echado el Reflex la cosa no mejoraba y nos quedarían 32 kilómetros. Menos mal que tenía el apoyo de Jesús, si llego a estar sólo me tiro allí en el monte y dejo que me coman los lobos. Pero no podía ser, había que intentarlo así que poco a poco con un desarrollo muy suave continuamos la marcha por un camino en ligero descenso muy bonito entre diferentes tipos de árboles y que si mi estado hubiera sido otro lo hubiera disfrutado mucho más.

De repente el paisaje cambió y los arboles dejaron paso a pequeño matorral que no nos cobijaban del todavía fuerte sol que había.

Paramos junto a una torre de vigilancia forestal a echar un vistazo al mapa y nos dimos cuenta de que habíamos avanzado un montón. Ya no quedaba casi nada hasta Zaorejas y encima era todo cuesta abajo. Ahí hubo un punto de inflexión en mi cabeza que me hizo que pudiera rodar un poco más fuerte y casi sin darnos cuenta habíamos llegado al pueblo.

 

Allí cargamos agua ya que ese podía ser la última fuente que teníamos en toda la ruta. Así que debíamos tener suficiente para cenar, desayunar y hacer el camino de la segunda etapa.

En Valsalobre nos habían hablado de una fuente cerca del puente de Peñalén por la que íbamos a pasar, pero no estábamos seguro que llevara agua. También aprovechamos en el centro de interpretación del Tajo para informarnos sobre el refugio en el que íbamos a pasar la noche, pero vamos la señora que nos atendió era muy simpática pero no tenía muy claro el tema porque nos decía que no se podía dormir allí. Sin hacerle mucho caso compramos una barra de pan y continuamos ruta.

Sinceramente, que gozada después de todo lo que habíamos pasado, coger un descenso en carretera. Así simplemente dejando correr la bici recorrimos los 7 kilómetros hasta la entrada al parque natural en un suspiro. Y nada más entrar nos encontramos con la belleza de este paraje acrecentada por la luz del atardecer.

 

Ya sólo nos quedaban 3km que recorrimos casi sin darnos cuenta pese a que eran de subida y llegamos la refugio que está en el área recreativa de la Falaguera.

 

El Refugio

Es una zona con mesas junto al río y que ahora en los meses de verano está muy frecuentada por gente que pasa allí el día y se da un bañito en las claras aguas del Tajo.

Lo primero que hicimos fue ver en qué estado estaba el refugio y la impresión no fue buena. Se nota que está en una zona concurrida y estaba un poco sucio. Además las ventanas no se podían abrir con lo que el ambiente estaba un poco cargado.

Así que lo tuvimos claro, era mejor dormir fuera. Echando un rápido vistazo vimos unas mesas que tenían el tamaño perfecto para dormir en ellas.

Resuelto el tema de como íbamos a dormir ya no quedaba otra que meternos en el río a refrescarnos y relajarnos. Pocos baños nos sentaron tan bien. La temperatura del agua era sorprendentemente alta y era cristalina. Yo me metí con ropa y todo para darle un aclarado ya que era la misma que iba a utilizar al día siguiente (me dio un poco de pena por los que se estaban bañando aguas abajo).

 

Es increíble lo que puede hacer un baño. Ya no me acordaba de todas las penalidades que habíamos pasado en el día, ni de los calambres en las piernas. Todo era maravilloso, hasta había unos pececillos que me hicieron un peeling de manera gratuita.

Ya empezaba a anochecer así que estiramos un poco la castigada musculatura y buscamos una mesa para comer. La cena consistía en chorizo, salchichón, queso y pan (menudo recovery) que nos supo riquísimo pero que nos dio mucha sed con lo que quizás bebimos más agua de la esperada.

Allí estábamos solos en medio de la naturaleza terminando de cenar cuando llegó un grupo de 4 moteras que iban a pasar la noche allí también. Pero iban bastante más equipadas que nosotros y llevaban tiendas que iban a colocar junto al río. Así que ni las íbamos a ver, oír ya era otro cantar.

 

Vamos a dormir

Con los últimos rayos de luz terminamos de preparar nuestro campamento. Inflamos las colchonetas de playa y las colocamos en las mesas junto a nuestras bicis y pertenecías y nos echamos encima del saco, porque sorprendentemente todavía hacía bastante calor.

 

Estábamos rotos y a eso de las 22:30 nos metimos cada uno en nuestro saco. Poco a poco la noche fue entrando y un manto de estrellas apareció sobre nuestras cabezas.

La verdad es que a mí sólo por esto ya me merecía la pena el viaje. El sueño fue entrando y la fatiga muscular hizo de las suyas despertándonos en alguna ocasión por un calambre espontaneo. Jesús hasta se tuvo que levantar a estirar un poco más por miedo a que le diera un ataque de ciática a la que es propenso.

 

¡Buenos días!

En general la noche fue tranquila. A eso de las 5:00 la temperatura bajó considerablemente con lo que hubo que meterse en el interior del saco y a eso de las 7:00 empezaron las primeras luces. Yo conseguí seguir durmiendo hasta un poco antes de las 8, momento en el cual me levanté para empezar a recoger y desayunar. Jesús se había levantado antes y ya lo tenía casi todo recogido.

Aunque la etapa que teníamos por delante era más corta queríamos salir cuanto antes ya que la idea era llegar a la hora de la comida a Peralejos.

Desayunamos unos bizcochitos de chocolate y unos sándwiches de Nocilla acompañada de agua con sales, vamos, un manjar.

Sabíamos que el día iba a ser duro ya que, aunque la etapa era más corta y con menos desnivel sumábamos el cansancio del día anterior.

Además, nuestra preocupación era el agua. Pese a que en Zaorejas habíamos cargado toda el agua que podíamos llevar (7 litros) ya habíamos gastado antes de salir casi 4. A mí me quedaban los dos bidones y un poco en la mochila y a Jesús sólo el bidón. O sea que o encontrábamos una fuente en el camino o lo íbamos a pasar mal.

Con el calor que hacía el cuerpo pedía mucha agua. Con esta incertidumbre salimos a las 9:00 por la pista que discurre paralela al río cubierta por enormes pinos que por suerte nos daban sombra. Este primer tramo está cerrado al tráfico los fines de semana. Más tarde nos encontraríamos con muchos coches que iban a las diferentes áreas recreativas y a empresas de kayaks yendo y viniendo con los remolques.

 

¿Otro problema mecánico?

Me doy cuenta de que algo no va bien en el cambio de mi bici. Al intentar subir piñones el cable se destensa, pero el desviador le cuesta mucho moverse con lo que los cambios entran muy tarde. Paro para mirar por si acaso se había quedado pillado alguna vaina al atar el saco en el manillar, pero no veo nada raro.

Puede que el cable tenga suciedad y el muelle no tenga fuerza para recuperar cable correctamente (recordemos que mi bici es ya un trasto viejo y con falta de mantenimiento).

¿Qué le voy a hacer? Soy un Perdedor en toda regla. Como no quiero perder mucho tiempo opto por ir en piñones grandes y jugar con los platos. De todos modos no quería ir muy atrancado de desarrollo debido a la postura que me hacía llevar el sillín tan bajo para no sobrecargar las piernas.

 

El paisaje es precioso.

Según íbamos río arriba el camino discurre por el lado derecho y es un poco rompe piernas ya que el perfil es de hoja de sierra, pero siempre ascendente.

Al principio las cuestas son bastante suaves y llevaderas y avanzamos tranquilamente disfrutando del paisaje.

En el kilómetros 10 nos encontramos el primer repecho de cierta entidad. Una subida de 1 kilómetro en la que encontramos alguna pendiente del 11% que nos pone las piernas calentitas. Como no puede ser de otra manera en la cima paradita de rigor y contemplar las vistas.

Encima de nuestras cabezas una banda de buitres dando vueltas. ¿Sería que estaban esperando algo?

 

Vamos, que ya queda menos

Otra vez en marcha y el calor aprieta cada vez más. Nos damos cuenta de que o encontramos una fuente o con el agua que llevamos no llegamos.

Encontramos a un lugareño que iba caminando a pecho descubierto y le preguntamos por una fuente. Nos dice que un poco más adelante, como a 2 kilómetros, hay una. Así que nos tranquilizamos y esperamos no pasarnos de largo porque estuviera algo escondida.

Pasó esa distancia y de la fuente ni rastro. Recordamos que le día anterior nos habían comentado una fuente en el puente de Peñalén. Este estaba un poco más adelante así que continuamos con la esperanza de encontrarla allí.

Justo a la altura del puente, tras pasar una curva vemos un coche parado en un apartadero y… ¿Qué ven nuestros ojos? Una pobre chica en una posición comprometida haciendo sus cosas. Inmediatamente pedimos perdón por lo visto. No sé si lo pasó peor ella o nosotros por la situación pero el tío que la acompañaba se echó unas risas.

Iniciamos una bajada y dejamos atrás el desvío del puente y como no habíamos visto la fuente volvimos para atrás por si acaso estuviera en el mismo puente.

 

Fuente no vimos pero nos sirvió para descubrir un lugar de gran belleza.

 

Con estas continuamos preguntándonos donde co** estaba la pu** fuente. Ya habían pasado 4 kilómetros desde que vimos al paisano que nos había dicho que la fuente estaba un poco mas allá. Pensamos: anda que como estuviera donde la chica y el coche la tapaba… Pero había que subir una buena cuesta para descubrirlo así que desechamos la idea y continuamos para adelante.

 

¡La fuente!

Empezamos a subir un repechito y… ¡Milagro! ¡La fuente! ¡Y qué fuente! Dos chorrazos que echaban agua sin parar. Y qué fresquita.

Se nos saltaban las lágrimas como si fuéramos unos viajeros en el desierto.

 

La verdad es que todo fue muy exagerado ya que luego nos íbamos a encontrar mas fuentes y hasta un bar. Pero la épica es así y la historia la cuento yo.

 

De esta manera estamos llenado los bidones y refrescándonos cuando por el camino vemos al paisano sin camisa de antes andando. Se para y nos dice que a lo mejor se equivocó un poco en la distancia que nos quedaba. Pero lo que nos sorprendió es que el menda nos había cogido andando. Una de dos o nosotros habíamos ido muy lentos o el tío era una máquina de andar.

Charlamos un rato y nos contó que era del pueblo de arriba Peñalén y que se estaba dando un paseo. No estaba mal porque eran cerca de 12 kilómetros. Después de beber nos dijo que se bajaba al río a darse un baño y que si queríamos acompañarle…¿Un tipo descamisado proponiéndonos un baño juntos? Esto que es ¿la forma de pedir cruising en el Alto Tajo?

Desestimamos amablemente su ofrecimiento y continuamos viaje

 

¿Otra vez?

Pronto llegamos al cruce con la carretera CM-210 que marcaba la mitad del recorrido. Hay que seguirla unos metros para enlazar con el otro camino que va paralelo al Tajo y que nos lleva al salto de Poveda.

Al entrar en el camino nos topamos con un ligero atasco de coches que estaban parados en el punto de control del Parque. Esta zona está bastante más masificada y tuvimos que compartir con los coches el camino con las consiguientes incomodidades que generan, como levantar mucho polvo.

Así íbamos cuando noto que el neumático trasero va flojo. ¡¿Pero cómo puede ser?! Si la pista es perfecta. Otra vez toca parar a cambiar cámara. Mira que me fastidia, pero al final le voy a dar la razón a Miguel con el tubeless, pero en mi bici ya no merece la pena.

En fin, que toca revisar cubierta por si estuviera el pincho clavado. No localizo ninguno, pero si veo que el fondo de llanta se ha movido en dos puntos y deja visible el agujero de los radios. Con cuidado de no romperlo lo despego ligeramente para poder volver a tapar dichos agujeros.

 

Como no me apetece perder el tiempo localizando y reparando el pinchazo, cambio la cámara, la última que me queda. Si vuelvo a pinchar ya toca reparar, así que me encomiendo a todos los santos y continuamos.

 

¿Nos damos un baño?

Lo que nos quedaba era la parte en la que se acumulaba la mayor parte del desnivel.

Jesús quería parar a darnos un bañito si encontrásemos un lugar tranquilo sin gente. Yo, pese a las piernas iban relativamente bien, empezaba a estar un poco hasta las narices de la postura tan baja y lo que quería era llegar cuanto antes a Peralejos para bajarme de la bici, pero si encontrábamos un sitio así pues tampoco le haríamos ascos.

Pronto llegamos a las Casa de Salto. Me sorprendió la cantidad de coches y personas que había y es que aparte de fuente también había un bar. Y nosotros al principio de la etapa preocupados por el agua… Anda que habíamos preparado bien el viaje.

En este punto debemos dejar la pista y coger una senda a la izquierda que nos baja hasta el puente colgante para cruzar el río. La senda al principio esta llena de grandes piedras. Yo decido hacer este tramo andando, sin embargo Jesús quiere aprovechar su doble y baja montado. Luego la senda se cubre de vegetación creando como una especie de túnel a su alrededor muy chulo.

Bosque

 

Y acaba en el puente Colgante descubriendo una preciosa zona para el baño pero como era de esperar llena de gente.

 

No, no nos damos un baño

Así que continuamos, ahora tocaba subir otro repecho de 2 kilómetros.

La primera rampa muy dura la hacemos andando. Superada esta llegamos a la Laguna de Tarabilla. Ésta, según pudimos leer en un cartel, se formó por el crecimiento de masa de toba que hizo de presa natural. La aportación de agua es a través de manantiales subterráneos y se ha convertido en un ecosistema muy importante del Alto Tajo.

A partir de aquí el camino sigue subiendo, alejándose cada vez más del río en continuos sube baja que hacemos con relativa facilidad hasta el último. Una rampa de unos 400 metros que se nos hizo interminable en parte por el alto desnivel y en parte porque ya hacía un sol de justicia que nos hundía la cabeza sobre el manillar. Pero ésta era la última cuesta seria del viaje así dándolo todo llegamos arriba.

Allí aprovechando una sombra paramos para recuperar el aliento. Mientras estábamos allí sentados vimos que subía despacito por donde habíamos venido una camper y… ¿Qué veían nuestros ojos? Detrás una pareja montada en e-bikes pidiéndole paso a más velocidad. La furgo se detuvo y las e-bike pasaron por nuestro lado como si no hubiera cuesta sonriendo. ¡Y nosotros sufriendo como perros! Sin duda este tipo de bicis son el futuro.

 

Esto está casi hecho…

Ya sólo nos quedaban 7 kilómetros así que nos comimos un gel para reponer fuerzas y decidimos tirar a Peralejos desechando la idea de darnos un baño.

Sin darnos cuenta estábamos en la carretera que el día anterior nos había hecho cruzar el Tajo y remontamos hacia el pueblo.

A mitad de camino un olor a comida a la brasa nos inundó la pituitaria y nos hizo la boca agua. Provenía del restaurante del camping. No lo dudamos ni un instante teníamos que parar allí. Nos sentamos en una mesita a la sombra y cuando nos la prometíamos muy felices nos indica un camarero que está todo reservado y que no podemos comer allí. ¡Vaya palo! Pero… ¿Qué le vamos a hacer?

Con todo el dolor de nuestro corazón, nos subimos a las bicis y recorrimos a muy buen ritmo los últimos 2 kilómetros. Al poquito divisamos los tejados de las casas y nos embargó una alegría como la de los marineros que llegan a puerto después del viaje.

Nos encaminamos al coche y ya allí junto a la fuente los pertinentes abrazos de alegría por el fin del viaje. Montañas Vacías en dos días se había hecho realidad.

Digna recompensa

 

También aprovechamos para refrescarnos en la fuente metiendo la cabeza (yo incluso las piernas). ¡Dios, que gusto!

 

Y para terminar Montañas Vacías en dos días…

Eran más de las 14:30 y teníamos que buscar un lugar para comer.

Un paisano que pasaba nos recomendó que fuéramos a la Pensión Casa Pura y realmente fue un acierto. Se trata de un restaurante casero, casero, en el que pudimos degustar un riquísimo gazpacho y un ciervo en salsa de rechupete.

 

Ya sólo nos quedaba volvernos a casa con la satisfacción de haber pasado un gran fin de semana de ciclismo y aventura en un entorno espectacular.

Esperamos poder repetir este tipo de viajes más a menudo. No estaría mal uno al año y mínimo 3 días, eso sí en otras fechas menos calurosas y esta vez acompañados de más Perdedores.

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