Una cosa te voy a decir lo primero de todo: esta es una entrada larga. Claro, es un viaje de tres días en bicicleta y no se puede contar en dos párrafos. Estamos hablando de hacer la Vía Verde de los Ojos Negros en bici con niños. No se trata de un reto como el del Danubio, que aquello fue de traca, pero también esta escapada ha tenido su miga.
En cualquier caso, si eres de poco leer o si te está pudiendo el ansia, que sepas que tienes un vídeo bastante chulo donde puedes ver a grandes rasgos en qué ha consistido nuestra experiencia. Y te lo pongo lo primero para que su alteza no tenga que seguir leyendo, no vaya a darle una embolia.
Si has llegado hasta este otro lado del vídeo es porque te gusta leer así que ponte cómodo o cómoda (tenemos muchas lectoras) que, como te mereces, te voy a contar esto con pelos y señales.
¿Por qué esta Vía Verde?
No podíamos esperar a organizar otra gran escapada europea (que la tenemos en mente, no te lo pierdas) para ponerle las alforjas a la bici y perdernos unos días dando pedales sin más equipaje que un par de mudas, el chubasquero y cuatro cosillas más. Siendo que vamos con los niños no es plan de pegarse mucha paliza subiendo, así que las Vías Verdes son nuestras mejores aliadas. Ya sabéis, antiguos trazados ferroviarios adaptados para su uso recreativo. Algunos son más largos y otros menos, pero generalmente son bastante llanos. La de Los Ojos Negros es la más larga de España. Va desde las minas de Ojos Negros, en la provincia de Teruel, hasta Sagunto en Valencia.
Tiene varias ventajas para nosotros:
- Se tarda «poco» en llegar a Teruel desde Madrid.
- Tiene varias opciones para volver al punto de origen una vez en Sagunto (en el punto siguiente te lo cuento).
- Acaba en la playa.
- Es bastante cuesta abajo.
- Hay opciones de alojamiento bastante razonables.
Y en mayo se supone que el tiempo acompaña. No hace ni demasiado calor ni demasiado frío… se supone, repito. Ya verás, ya.
¿Cómo resolvemos la logística del transporte?
Para esta aventura la idea era llevar nuestras propias bicis desde Madrid en nuestros portabicicletas con nuestros coches.
Viajamos el día 30 de abril por la tarde con la idea de dormir esa primera noche en Teruel y a la mañana siguiente, 1 de mayo, coger de nuevo el coche con las bicis para ir hasta La Puebla de Valverde, a unos 30 kilómetros. Dejaríamos allí los coches en el parking de la estación de tren. Haciéndolo así nos quitábamos una buena kilometrada cuesta arriba y cuadrábamos tres etapas de unos 40 kilómetros cada una, más o menos.
Cartel informativo de la Vía Verde
El viernes 3 de mayo llegamos a Puerto de Sagunto y allí teníamos reservado un coche de alquiler. Un Ford Fiesta bastante nuevo que solo nos costó 26 euros por un día de alquiler. El mismo viernes lo usamos para volver a La Puebla de Valverde Lourdes, Jaime y yo para recoger nuestros dos coches. En total, ida y vuelta supusieron dos horas de coche. Soportable. El domingo 5 volvimos desde Puerto de Sagunto a Madrid en nuestros coches, como ya te habrás podido imaginar.
Primera etapa: La Puebla de Valverde – Barracas. 40,5 Km
Conseguimos organizarnos para comenzar la primera etapa a las 10:00. La idea era llegar a Barracas a la hora de comer porque luego daban lluvia, tócate las pelotas. Habíamos estado pendientes de la previsión meteorológica toda la semana. Hubo algunos días que anunciaban precipitaciones para todo el viaje. Pero tuvimos suerte y si salvábamos la lluvia de este primer día conseguiríamos llegar a Puerto de Sagunto secos el viernes.
Track disponible en Wikiloc
Bajar las bicis de los coches, colocar las alforjas, poner todo en orden y ponernos todos en marcha llevó por lo menos media hora. Por suerte no hubo que invertir tiempo en percances de última hora como el típico «se ha quedado la rueda frenada» o el «no me funciona el cambio». Nos pusimos en marcha con bastante viento frío. Íbamos muy abrigados y te digo yo que no nos sobraba nada de ropa.
Foto oficial de inicio de ruta
Si os fijáis en la foto, arriba a la derecha veréis a Alvarito. Tiene 6 años y es su primera salida en bici (con rueda de 20″) con cierta entidad. Como suponíamos que no sería capaz de aguantar tantos kilómetros llevábamos un Trax para remolcarle en caso necesario.
Los primeros kilómetros son los más ilusionantes. Imagina la sensación de llevar meses preparando este viaje y ponerte a dar pedales finalmente. Enseguida Álvaro se pone delante. El resto de niños no nos preocupan demasiado porque ya nos han demostrado que son capaces de cubrir esta distancia sin problemas. Pero Álvaro… no lo vemos claro. De todas formas es imposible, literalmente, hacerle entender que es mejor que no se desfonde yendo el primero, que es mejor guardar energías, que la ruta es larga. En esa cabecita solo sirve ponerse el en cabeza o junto al primero, todo lo demás es fracasar.
Primeros kilómetros de ruta
Enseguida nos damos cuenta de que la Vía Verde tiene el firme en muy buen estado (camino de grava muy compactado) y que se rueda muy bien. La señalización es excelente y el paisaje, al menos en esta primera parte, nada del otro mundo. Menos mal que el viento sopla a favor. En algún momento tenemos que retroceder para reagruparnos y es cuando de verdad percibimos lo que sopla. Pero siendo que nos favorece vamos regaladitos.
Por el motivo que sea los niños van por delante y son incapaces de llevar una velocidad adecuada. O van muy rápido o van muy lentos. Y así no hay quien avance porque los mayores nos vemos frenando cada momento para no arrollarles (está muy feo que un progenitor arrolle a sus vástagos). Como Laura lleva cuentakilómetros en su bici nueva le indicamos que circulen entre 15 y 20 Km/h, pero ni por esas. Así que finalmente me pongo yo delante para marcar el ritmo. Y Álvaro se me planta al lado porque ir más allá del segundo no se puede consentir dentro de una mente de 6 años.
Casi sin darnos cuenta hemos recorrido 15 kilómetros y hemos llegado a la altura de Sarrión. Vemos un área de descanso justo a pie de camino y propongo hacer una paradita para tomar una chocolatina, que siempre viene bien porque levanta los ánimos.
Área de descanso con bonitas vistas de Sarrión
Soplaba un viento que no veas. Además justo detrás nuestra llegó un grupo muy numeroso de unos 30 jóvenes con varios monitores y preferimos ponernos en marcha pronto y por delante de ellos para no tener que andar ni adelantando ni apartándonos para dejar que nos adelantaran.
El punto más bajo del recorrido de este primer día está en el kilómetro 23 a la altura de Albentosa a 928m. Venimos de La Puebla de Valverde, a 1.164m. Ya ves, hemos descendido 236 metros. Así cualquiera, ¿verdad?
Atravesamos el primer túnel de nuestro recorrido y nos hace especial ilusión. Vendrían muchos más después, pero aún no lo sabíamos. Todos los túneles están bien iluminados (aunque algún fluorescente esté fundido) y con el suelo perfecto, sin baches ni charcos importantes. Pudimos atravesarlos sin percances aún no portando focos. Y esto me alegra mucho porque significa que esta infraestructura se cuida. No como otras vías verdes que hemos visto en nuestras andanzas perdedoras que están que dan pena.
Primer túnel de los muchos que atravesamos
A partir de ahora la pista picaba ligerísimamente para arriba. Nada significativo. Algún que otro niño empieza a preguntar que cuánto queda. Más por aburrimiento que por cansancio.
En cuanto a averías sucedió que yo pinché la rueda delantera y que el transportín de Raúl comenzó a rozar contra la parte superior de la cubierta. Se trataba de un portabultos de los que se fijan a la tija y se había aflojado. Tuvimos que apretarlo a conciencia y así solucionamos el problema este primer día, pero como veréis más adelante, la avería se complicó.
Rodando con comodidad por la Vía Verde de los Ojos Negros
Otro incidente que lamentar fue la caída de Álvaro, que en un adelantamiento no controlado se comió la pared de roca de la trinchera por la que rodábamos. Bastantes pocas cosas nos han pasado yendo con niños en bici. Paramos a hacer balance de daños y afortunadamente todo quedó en un susto que se pasó con una tirita, unas gominolas y la exploración de una casa abandonada que había junto a la Vía Verde.
Esto fue en el kilómetro 34. Estábamos cerquísima de Barracas, pasamos junto al área recreativa de la estación de El Palancar y en un santiamén estábamos buscando el alojamiento que teníamos reservado para este primer día de ruta. Una casa rural con dos apartamentos independientes y un buen garaje donde dejar las bicis. Y el Trax seguía guardado porque el niño de 6 años se había cascado los 40 kilómetros de ruta. Para quitarse el sombrero, apenas hubo que ayudarle cogiéndole del brazo en un par de cuestas.
Habíamos conseguido clavar los tiempos que habíamos barruntado. Eran poco antes de las 14:00h. Aún nos dio tiempo de comprar unas bebidas y unos aperitivos. Nos comimos nuestros bocatas y nos echamos una buena siesta. A la tarde, reparé el pinchazo dentro del garaje porque fuera se puso a llover a mares, menos mal que ya estábamos a salvo de la lluvia. No dio para mucho el resto del día. Paseamos un poco por el pueblo pero corría un viento frío de los malos y solo apetecía guardarse. Cenamos pasta porque los ciclistas necesitamos hidratos de carbono y no trasnochamos demasiado. Al día siguiente nos aguardaba otra tirada y había que descansar.
Segunda etapa: Barracas – Navajas. 39,7 Km
Esta segunda etapa comenzó cuesta arriba y con percance. Para llegar a la Vía Verde desde la casa rural había que subir una cuesta. Cuando llegamos arriba vimos que la mitad del grupo se había quedado atrás. Resulta que la abrazadera del transportín de Raúl había vuelto a aflojarse. Lo malo es que no parecía posible ajustarlo, el tornillo parecía estar pasado.
Este transportín no pasa la prueba
Estábamos en un alto, expuestos al viento frío que seguía soplando desde la tarde anterior, el peor escenario posible para solucionar una avería. Le metimos mil millones de bridas para sujetar el transportín a los raíles del sillín y evitar así que cayera contra la rueda y atamos unas correas laterales de las alforjas a los tirantes de la bici para limitar la oscilación lateral. Pero las alforjas en su parte inferior rozaban con los radios. Vamos, todo mal. Esto lo solucionamos metiendo un palo que separara la alforja y el panel lateral del transportín donde apoyaba. Rústico pero eficaz. Pudimos, por fin, comenzar la ruta.
Track disponible en Wikiloc
Si la primera etapa había sido cómoda de rodar, la segunda fue de traca total. Literalmente, todo el rato cuesta abajo y con viento a favor. Vamos, que lo cansado era frenar la bici para que no se embalara. Una sola cuesta hubo que subir. Y lo hicimos a gusto porque el camino pasaba junto a los molinos de viento de un parque eólico y eso mola bastante.
Atravesando el parque eólico
Álvaro y yo rodábamos en cabeza simplemente dejando la bici caer. Atravesamos trincheras y túneles y pasamos por varios puentes. El firme siempre estaba en perfecto estado y las vistas habían mejorado significativamente respecto al día anterior. Con pena rodamos junto a parajes quemados, entendemos que durante el verano del año pasado. Pasó el tren (íbamos rodando junto a la vía) y el maquinista nos pitó. Hace bastante ilusión que te pite un tren para saludarte.
Enésimo túnel en la Vía Verde
Paramos para reagruparnos y para visitar un búnker de la Guerra Civil. Y para hacer pis, que todo lo quieres saber. Y poco después decidimos parar en un área de descanso para comer algo. Íbamos sobrados de tiempo, sin dar pedales bajábamos a más de 20 km/h. Unos frutos secos, unas patatas fritas… un poco de todo. Más por gula y gocherío que por reponer fuerzas. Yo creo que el balance calórico este viaje nos ha salido (una vez más) a pagar.
Foto oficial del segundo día de ruta
Tras el aperitivo reanudamos la marcha y enseguida llegamos a Caudiel. La Vía Verde pasa por el casco urbano… pero por debajo. Hay un túnel a la entrada del pueblo y se sale en mitad de las calles. Luego toca atravesar Jérica. Es un pueblo más grande y merece la pena hacer una parada para tomar algo o comer. Son más de las 12 y no hubiera sido tontería tomar algo, pero somos muchos y no queremos entretenernos demasiado. Siguiendo las indicaciones de la Vía Verde salimos de Jeríca por un carril bici pintado de color verde. Nos comemos una buena cuesta hasta que volvemos a pisar la Vía Verde. Estamos en el kilómetro 31, apenas nos quedan 8 para llegar a Navajas, nuestro destino de hoy. Los recorremos sin prisa pero sin pausa, sabiendo que hemos completado la segunda ruta con éxito.
Señal indicadora de la Vía Verde
Nuestros alojamientos para esta noche son sendos bongalows en el camping Altomira. Tiene una entrada directa desde la Vía Verde, lo que es de agradecer. No podemos hacer uso de nuestras casas por un día hasta las 16:00 y, una vez más, hemos llegado a eso de las 14:00 de manera que nos aposentamos en un merendero, compramos unas bebidas y nos comemos un bocata (yo de jamón) que nos arregla el cuerpo. Hemos llegado en manga corta, fíjate lo que te digo. Tanto hemos descendido que no queda ni rastro del viento frío de la mañana y la jornada parece veraniega.
Foto de fin de ruta del segundo día
Cuando por fin podemos acceder a nuestros alojamientos, dejamos las bicis a buen recaudo, nos cambiamos de ropa y nos marchamos al pueblo a dar un paseo. Hay una zona natural que llaman «El Salto de la Novia» que merece la pena visitar. Vemos cascadas preciosas y zonas de baño muy agradables. María y los niños no dudan en darse un refrescón. El resto, simplemente, nos sentamos al sol a disfrutar de las vistas y del merecido descanso.
Bañito en el Salto de la Novia
Nos tomamos algo en el pueblo y cenamos en el restaurante del camping. La noche no fue demasiado agradable, pasamos frío porque no consideré necesario encender la bomba de calor del bungalow y casi morimos. Lección aprendida, sin duda.
Tercera etapa: Navajas – Puerto de Sagunto. 48,6 Km
No teníamos prisa por salir del camping el tercer día de ruta porque no podíamos entrar en el apartamento de Puerto de Sagunto hasta las 16:30. Así que nos lo tomamos con calma.
La cabaña tenía su punto. Con parcelita para uso individual
Nos levantamos tarde, desayunamos tranquilos, quien más, quien menos fue al pueblo a ver el mercadillo y entre pitos y flautas serían cerca de las doce cuando nos pusimos en marcha.
Track disponible en Wikiloc
Sobre el papel la etapa del día iba a ser similar a la anterior: fundamentalmente cuesta abajo. Pero enseguida vimos que no, que había cuestas. Fíjate en el perfil:
Ves que apunta para abajo pero que tiene, de vez en cuando, un escaloncito, ¿verdad? Pues cada escaloncito es una cuesta del demonio. Empinada como ella sola.
Enseguida nos dimos cuenta de que la etapa no iba a ser bonita. El paisaje era muy agreste, nada bonito. Canteras, fábricas… Al menos no hacía ni viento ni frío. Más bien todo lo contrario, la temperatura había subido y las mangas largas desaparecieron pronto.
Como habíamos salido pronto enseguida se hizo la hora de comer. Paramos en un área de descanso bastante cutre, tras haber avanzado 15 kilómetros, a la altura de Sot de Ferrer. Sacamos algunas galletas y un par de barras de fuet que cayeron enseguida.
Lo que les gusta tirarse al suelo…
Continuamos la marcha. Quedaba bastante, hoy teníamos que recorrer unos 48 kilómetros para llegar hasta Puerto de Sagunto. Para pasar por debajo de la autovía A23 tuvimos que rodar por carretera. No pasa nada, pero no nos gusta. Rodando en paralelo a la N225 los camiones nos pitaban para saludar al ver a dos familias con niños rodando por la Vía Verde. Mola, pero no tanto como que te pite un tren.
Pasamos por debajo de la nacional y volvimos a meternos «en el monte». Cada pocos kilómetros, el recorrido nos recompensaba con un cuestón de tres pares de narices. Alvarito lo subía hasta donde podía. La criatura no sabe usar bien el cambio y aunque supiera su bici lleva cinco velocidades, siendo la corona más grande de (calculo) 28 dientes. El plato, además, debe de ser de 36 dientes como poco. A Lourdes no le entraban las dos coronas más grandes, así que tenía que tirar de cuádriceps. Ali también tuvo que echar pie a tierra en alguna ocasión. El resto, mal que bien, conseguíamos subir con cierta dignidad.
Vía Verde bajo un sol implacable
El sol apretaba y no habíamos tenido la prudencia de coger alguna botella extra de agua. Confiábamos encontrar fuentes, pero no fue tarea fácil. En el kilómetro 27 estábamos ya hasta las pelotas. Ali tuvo que tomarse un gel porque estaba con flojera. Ya de digo que pensábamos que la ruta sería fundamentalmente cuesta abajo pero más bien era un sube-baja constante. Costaba avanzar.
En el kilómetro 33 llegamos al final actual de la Vía Verde, a las afueras de la localidad de Albalat de Tarronchers. El carril por el que íbamos continuaba por un puente que pasaba por encima de una glorieta, pero el puente estaba cortado con una alambrada. Pensamos en bajar a la glorieta pero luego no sabíamos si teníamos que girar a la derecha o a la izquierda. Además había más tráfico del que considerábamos prudente yendo con niños. Coincidimos en esta situación con un padre y un hijo extranjeros, que estaban tan perdidos como nosotros.
Dando explicaciones muy precisas
Y mirando los teléfonos estábamos cuando tuvimos la suerte de que se paró un coche conducido por una chica que nos preguntó si pretendíamos seguir por la Vía Verde hasta Sagunto. Ante nuestra respuesta grupal afirmativa (la de nuestro grupo, porque los dos ciclistas guiris no habían entendido) se ofreció a darnos indicaciones, una vez pusiera el coche a un lado para no estorbar y evitar así un accidente. Resulta que se trataba de Elixabete Zaragoza (su Instagram es elixabete_zaragoza_, para que veas de quién hablo). Nos contó que ella también le daba a la bici, que se había hecho el Camino de Santiago en gravel recientemente, etc. Nos indicó cómo volver a la Vía Verde haciendo la primera rotonda a la izquierda y la segunda a la derecha para justo después salir de nuevo a la derecha por un camino con otra cuesta de cagarse. Muy agradecidos nos despedimos de nuestra nueva amiga y follower, le expliqué a los ciclistas extranjeros cómo continuar (creo que me entendieron) y seguimos nuestras marcha por carretera con ilusión renovada.
Pero poco después nos volvió a pasar que no sabíamos seguir el camino. Mira que no llevar un GPS… Preguntamos a una chica que pasaba con su coche pero tenía poca idea, no era como Elixabete Zaragoza ni por asomo. Pero pasaron ciclistas y nos dijeron qué dirección había que tomar.
Tuvimos otro momento de crisis. Algunos de nosotros ya íbamos sin agua. Por suerte llegamos a Gilet y nada más entrar al pueblo vi un parque a la derecha con una fuente. Lourdes, Ali y yo nos desviamos para coger agua con tan mala suerte que la fuente estaba seca y que Ali perdió el control de la bici y se pegó un restregón de culo que le escocía de narices. Tras retomar la calma nos reintegramos al grupo, que estaba esperando pocos metros más adelante, y en una plaza un poco más grande vimos otra fuente, esta sí, con agua fresca para rellenar nuestros bidones.
Una vez encontramos la salida de Gilet, de nuevo preguntando, la Vía Verde volvía a estar señalizada. Y enseguida llegamos a Sagunto.
Vista del Castillo de Sagunto
Y pareciere que hubieran abierto las puertas para que entrara corriente porque se puso a soplar un viento que si bien no era frío sí era incomodísimo, oye. Asqueroso total.
Rodamos un poco por las calles hasta alcanzar el carril bici que nos llevaría hasta nuestro destino final. En este último tramo usé Google Maps para ir directamente a la dirección del apartamento. Se me hizo larguísimo por culpa del viento y del ansia por llegar, que estábamos ya hasta las pelotas de bicicleta. Y otra glorieta. Y otro paso de cebra. Y espera al semáforo. Y espera que somos tantos que medio grupo se ha quedado al otro lado del paso de cebra… En fin, cosas inevitables.
Pero llegamos. Y tuvimos que montar otra buena para desmontar todas las alforjas y subir las bicis al apartamento. Que no tenía ascensor. Menos mal que era un primero. Tenía una buena terraza con un cuarto para poder dejar ahí las bicis y que no estorbaran.
Las bicis se habían ganado un descanso
Lourdes, Jaime y un servidor fuimos casi de seguido a recoger el coche de alquiler. Raúl y Ali nos acompañaron. Dos horas tardamos en ir y volver. Mientras tanto María, Jorge, Laura y Álvaro había ido a hacer algo de compra para preparar algo de cena.
Después de cenar caímos redondos, estábamos hechos polvo. Lo habíamos vuelto a hacer, otra Vía Verde para la saca. Y una vez más aplaudiendo el comportamiento (excelente) de los niños y celebrando la suerte de no haber tenido ni averías graves ni caídas. Vamos, un éxito.
El día siguiente era sábado y el plan era pasarlo en la playa y comer un arroz. Descansar de la ruta en bici y celebrarlo como se merecía. Nos lo habíamos ganado.
Arrocito muy rico
Gracias, Jaime, María y Lourdes por la complicidad. Y muchas gracias, queridos niños y niñas mías por aceptar y participar de las tontadas de vuestros padres. Ojala esté sirviendo para que en el futuro, dentro de unos años, cuando tengáis que afrontar un reto, del tipo que sea, recordéis que habéis superado retos importantes y eso os infunda valor. Ojala conservéis en los momentos difíciles la fuerza de voluntad que mostráis cuando hay que subir una cuesta con la bici cargada con las alforjas. Y la paciencia. Y el respeto por la naturaleza y por las personas. Y tantos valores que tenéis y que nos demostráis cada vez que os llevamos, a veces casi a rastras, a salir a montar en bici. Gracias.