En esta entrada narraremos la crónica del reto de los 100 kilómetros por la Vía Verde del Tajuña.
El reto se lanzó en 2022 con idea de superarlo en diciembre, pero por distintas circunstancias tuvimos que posponerlo hasta marzo. Desde un principio la idea era recorrer la Vía Verde del Tajuña, la más larga de la Comunidad de Madrid que continúa además ya en Guadalajara sumando entre la ida y la vuelta (por el mismo sitio, lógicamente) más de 100 kilómetros de cómodo carril bici con poco desnivel. Hace años que tengo en mi lista de cosas que hacer recorrer esta Vía Verde así que además de tachar de mi lista de experiencias ciclistas lo de recorrer 100 kilómetros también puedo tachar esto otro. Un dos por uno en toda regla.
Fuimos seis los perdedores que acudimos a la llamada del reto. Sergio, Jaime, Natalia, Javi y su amigo David (espero que hagamos muchas más rutas juntos) y un servidor. Nada mal, teniendo en cuenta la paliza que iba a suponer. A las nueve de la mañana estábamos junto a la estación de Cercanías de Arganda del Rey listos para dar pedales. La previsión meteorológica era excelente, nada de lluvia y una temperatura de primavera. Eso sí, algo de viento nos comimos.

Como podéis ver en el perfil, se comienza subiendo hasta Morata de Tajuña. Localidad famosa por sus palmeritas de chocolate. Apenas habíamos recorrido 10 kilómetros pero la parada era obligada. Javi recomendaba hacer el avituallamiento en la pastelería «La Real» pero a esa hora de la mañana aún estaba cerrada así que acudimos a otra donde compramos unas palmeritas y unos cafés que nos tomamos en la misma calle bien a gusto. Más por gula que por necesidad, lo reconozco.
Uffff… No hay quien se resista
La Vía Verde está bastante bien señalizada pero aún así cuando atraviesa núcleos urbanos es posible despistarse. Javi llevaba en el GPS del reloj la ruta de manera que en ningún momento tuvimos que parar a preguntar ni nada. Enseguida se empezaron a formar grupos, como suele pasar, en función de como de fuerte está cada uno.
Al fondo se ve la niebla que hacía
Natalia y Javi solían encabezar la comitiva y Jaime y yo la cerrábamos. Con ligeras variaciones. De vez en cuando nos agrupábamos, como solemos hacer, y a comer kilómetros que es de lo que se trataba.
Como ya he comentado este es un recorrido de ida y vuelta. El paisaje no es especialmente atractivo y la dificultad técnica es nula ya que se rueda todo el rato por carril bici. La dificultad física la marca únicamente la acumulación de kilómetros, no hay rampones ni desniveles de la muerte. Solo carril, carril, carril y más carril. En algunos tramos muy parcheado, por cierto. Esta Vía Verde lleva un porrón de años habilitada y el tiempo no pasa en balde.
El paisaje nada del otro mundo
En la primera parte nos acompañaron muchos almendros florecidos. Luego olivos y también tierras de labor. Nada del otro mundo.
A pesar de rodar en ligera cuesta arriba corre una brisa que nos ayuda. Y, claro está, 50 kilómetros llanos por carril bici nos los hacemos, modestia aparte, con la gorra. Así que casi sin darnos cuenta hemos ido dejando atrás Perales de Tajuña, Tielmes, Carabaña, Orusco y hemos llegado a Ambite. Para poder hacer 100 kilómetros tenemos que pasar de largo un poco el área de descanso de Ambite porque nuestros cuentakilómetros marcan unos 48 y pico así que seguimos de frente. Según vamos viendo que hemos hecho 50 nos damos la vuelta… menos Jaime, Sergio y Natalia que deciden llevar hasta un puente por el mero hecho de dar la vuelta en algún lugar singular y no en mitad del camino.
Jaime, Natalia y Sergio
David, Javi y yo esperamos en el área de descanso de Ambite tomando geles y barritas pero parece que los otros tres tardaban… Luego nos contaron que es porque quisieron llegar hasta el puente, y más tarde hubo confesiones que justificaron bastante más claramente la tardanza: Natalia fue al baño y en la operación se le cayeron en el campo los auriculares inalámbricos que le había prestado David (¡porque ella decía que se estaba durmiendo sobre la bici y necesitaba música!). Puntos perdedora garantizados, por casi extraviar unos auriculares prestados. Jaime los encontró.
Área de descanso de Ambite
Otra vez todos juntos tomamos el camino de vuelta y enseguida notamos el viento en contra. Una jodienda de las buenas. Tratamos de agruparnos para ayudarnos unos a otros pero las diferencias de nivel son palpables y no conseguimos acoplarnos en fila durante mucho tiempo. Llega un momento en que cada uno (o cada dos) hacemos la guerra por nuestro lado. Nos agrupamos en lugares concretos, como cuando toca cruzar una carretera. Es en este punto donde, no sé a cuento de qué, empiezo a notar que el cambio no me va bien y pocos metros más adelante, una vez cruzada la carretera a la altura de Tielmes, se me abre la cadena. En dos minutos estaba resuelto. Quité el eslabón roto y lo sustituí por uno rápido y pude continuar la ruta sin incidentes.
Otra parada
Llegamos a la subida de Morata a Arganda y la acabo haciendo prácticamente solo. El dolor de culo se hace insoportable porque llevamos más de cinco horas encima de la bici sentados en el sillín. Pensad que haciendo ciclismo de montaña uno se levanta del sillín con frecuencia para salvar un obstáculo, bajar un sendero, etc. Pero por carril bici… la cosa cambia. A ratos, como nadie me ve, avanzo dando cuatro o cinco pedaladas de pie y dejando la bici rodar. Como si fuera un niño tonto, vamos, para aliviar de presión el culamen. Y eso que llevo, ojo, doble culotte y crema anti-rozaduras.
Va quedando menos
El último reagrupamiento lo hacemos en lo alto del repecho entre Morata y Arganda. Primero llegaron Sergio, Javi y David, que le iban dando fuerte. Un rato después yo, muerto en vida. Y poco después Jaime y Natalia, que le iba acompañando. Todavía tuvimos tiempo de hacer la buena acción del día ayudando a unos chavales. A uno de ellos se le había enredado una cuerda de nylon en el casete frenándole la rueda. Sacando la rueda la cuerda se quitó con facilidad.
Lo mismo monto un taller de bicis, ahí lo dejo
Lo que quedaba era dejarse caer por el carril bici mirando el cuentakilómetros para ser testigo del marcaje de los 100 kilómetros. No pude resistir la tentación de hacer partícipe a Lourdes y las niñas. Hicimos una videollamada para vivir juntos el emocionante momento de la consecución del reto.
Vaya emoción mas grande, ¡lo habíamos conseguido!
¡RETO CONSEGUIDO!
Yeah!
Por fin, 100 kilometrazos para la saca después de cinco horas y cuarto en movimiento, más de seis de ruta. Sin averías serias ni desfallecimientos físicos que lamentar.
Lo que venía a continuación estaba clarísimo. Cervezas y raciones. Bien merecidas, que Garmin Connect me dijo que había quemado más de 3.000 calorías.
Una cerveza bien merecida
Y se brindó, naturalmente. Por los amigos y por el ciclismo de montaña (o de carril bici, lo mismo da). Y por seguir haciendo muchas rutas juntos. Y porque cuando yo proponga hacer algún reto me deis un bofetón, ¡que no veas cómo tenía yo el culo al día siguiente!
Bromas aparte, gracias por compartir esta mañana de superación, fue un gustazo.
Vamos ahora con el ranking «Perdedor 2023». Evidentemente mi rotura de cadena sin venir a cuento no puede pasar desapercibida y el casi perder unos auriculares prestados al ir a mear no es poca cosa… pero no podemos pasar por alto (a mí me duele en el alma) los rayajos producidos en el flamantemente nuevo cuadro de la bici de Natalia por haber llevado una bolsa de las de por encima del tubo horizontal.
No obstante, Jaime, con los 100 puntos que consiguió el día de los tres cruces del arroyo, sigue encabezando el ranking.
¡No dejéis de seguir nuestras próximas aventuras, tenemos muchas cosas en mente para esta primavera que está al caer!