En la segunda de nuestras siete etapas iríamos de Schlögen a Linz por el Danubio, localidades separadas por 56 kilómetros.
Recuerda que esta es una entrada de una serie de 11 sobre nuestro viaje al Donauradweg a su paso por Austria. Puedes usar la primera entrada como índice para leer en orden.
Quinto levanta
Por alguno de esos caprichos de la naturaleza que nadie realmente comprende, en Austria amanece antes que en España (ironía). Será por eso que el desayuno de los hoteles termina a eso de las 9:00 así que tocó madrugar. Bajamos a desayunar al comedor donde dimos buena cuenta de tostadas, bollos, queso, fiambre, zumo y buenas dosis de café para los adultos. Habíamos descansado bien pero habríamos descansado mucho mejor si no fuera porque en Austria las almohadas son tan blandas y, en el caso de Jaime y María, porque de noche se puso a llover y se coló agua por una ventana que tuvieron que cerrar de urgencia.
Sacamos las bicicletas del garaje comunitario y nos dispusimos a montar las alforjas cuando amablemente la señora encargada del camping (negocio familiar) salió a recordarnos que las habitaciones no estaban pagadas. Lo sabíamos perfectamente y no era nuestra intención, ni muchísimo menos, irnos sin pagar así que no lo interpretamos como un gesto de desconfianza hacia nosotros por ser latinos de la Europa pobre sino como un «friendly reminder» no fuera a suceder que por la razón que sea nos marcháramos sin pagar nuestra estancia para disgusto de todos.
Dejamos nuestra tarea a medias para que a la señora se quedara tranquila y una vez liquidada la cuenta terminamos lo que nos traíamos entre manos y nos pusimos a dar pedales con la ilusión de un nuevo día de ruta por el Danubio, nuestra segunda etapa de Inzell a Linz.
¡A dar pedales!
La idea era avanzar de primeras una buena tirada tal y como hicimos el día anterior. Cubrir al menos la mitad de la etapa de Inzell a Linz de una tacada. Era temprano y la temperatura era perfecta. Amenazaba lluvia así que habíamos colocado los impermeables bien accesibles dentro de las alforjas.
Seguimos rodando por la orilla sur. Admirados por lo bonito que es todo. El río con sus cisnes, las laderas boscosas, los barquitos aquí y allá, el rodar suave del carril por el que nos deslizamos casi sin dificultad… todo mola. Así da gusto.
Es curioso destacar que a pesar de ser un recorrido cicloturista muy famoso y de contar con muchísima infraestructura que lo soporta no resulta en ningún momento agobiante.
Sí nos encontramos con relativa frecuencia con otros ciclistas que nos adelantan o con los que nos cruzamos pero las maniobras se realizan con naturalidad. Lo mismo que te digo una cosa, te digo la otra: a los niños les cuesta rodar en fila india. Enseguida se ponen en paralelo o se quieren adelantar los unos a los otros. Inculcarles «buenas maneras» a la hora de rodar en grupo es complicado y te puedo asegurar que los adultos nos tiramos los siete días de ruta insistiendo en la necesidad de rodar por la derecha, de mirar al frente, de estar pendiente de los ciclistas que vienen por detrás…
Asignatura pendiente para el próximo viaje, me temo.
Otro hecho complicado de evitar es que como consecuencia de los distintos estados de forma o de ánimo todos los niños vayan juntos. En nuestro caso fue frecuente que Ali se quedara un poco rezagada y generalmente Lourdes se quedara con ella. De cuando en cuando hacíamos reagrupamientos, bien parando en una sombra, bien ralentizando el ritmo hasta que nos alcanzaran. Otras veces forzábamos que Ali fuera la segunda detrás mía y con una velocidad adecuada conseguíamos avanzar todos juntos en fila india durante mucho rato. Es cuestión de buscar un equilibrio en cada momento entre lo que ellos pueden dar y lo que les puedes pedir. Esto requiere, a base de experiencia, saber leer sus estados de ánimo.
Todo esto siempre, recordad, con el comodín que proporcionan los «salvavidas» de los que hablamos en la entrada en la que hablábamos de la organización del viaje.
Generalmente era yo el que avanzaba en cabeza. Iba marcando un ritmo suave pero constante y usando un soporte en el manillar donde colocaba el teléfono para seguir los tracks en Wikiloc.
¡Hora del almuerzo!
Ya iba siendo hora de meterle algo de comida al cuerpo. Habíamos conseguido recorrer en torno a unos 23 kilómetros en aproximadamente dos horas llegando a Aschach an der Donau, donde finalmente nos sorprendió la lluvia.
Vimos varios «chiringuitos» donde poder comer y beber pero nuestra opción era hacer algo de compra para mantener el presupuesto del viaje controlado.
Habíamos visto que un poco más adelante y junto al carril bici había un SPAR así que directamente nos encaminamos al supermercado y pudimos refugiarnos cómodamente de la lluvia (que duró diez minutos) en el aparcamiento, junto a la entrada a la tienda, porque el tejado del edificio tenía un voladizo que nos cubría lo suficiente a personas y bicicletas.
Hicimos compra estándar de bollos de pan, embutido, fiambre y algo de fruta y chocolate para hacer unos bocatas pero también nos compramos unas cervecitas frías, que las tenían preparadas en una cámara frigorífica para ciclistas sedientos como nosotros.
En un banco junto al carril y al río dimos buena cuenta de los bocatas y reanudamos nuestra marcha con energías renovadas.
Nos queda la mitad…
Y además es la mitad fea. Salimos del precioso valle con bosque a ambos lados y el paisaje cambia. Empezamos a ver amplitud y campos de maíz. No es horrible, pero no es tan bonito como lo anterior.
En torno al kilómetro 36 cambiamos de orilla cruzando por la presa de una central eléctrica, justo antes de llegar a Ottensheim. El propio recorrido obliga a rodar en sentido contrario al que queremos ir durante unos cientos de metros pero luego gira y volvemos a mirar hacia Viena. Llegamos a Ottehsheim y no podemos resistir la tentación de tomar un café en un kiosco que encontramos muy oportunamente junto al carril. Disfrutamos de nuestra bebida relajados mientras los niños juegan una partida de ajedrez gigante. Creo que terminó en tablas.
Para volver a subirnos de las bicis tuvimos que arrancar a los niños del tablero de ajedrez y rodamos junto al río admirando las casas de esta coqueta localidad. Muy bonitas todas. Envidia de la mala nos corroyó durante un rato largo, no te lo voy a negar.
Según avanzábamos de Inzell a Linz cada vez el entorno era más feo. La aproximación a Linz se hace por un carril bici que va paralelo a una carretera con mucho tráfico, muy desagradable. Los últimos kilómetros mejoran. El carril se separa de la carretera y se rueda más tranquilo. Lo gordo de Linz está en la orilla sur del río así que cruzamos por uno de los varios puentes que hay disponibles a lo largo de la ciudad.
Celebramos bastante llegar a la «Plaza Mayor» de Linz, la verdad. Había sido una etapa dura. Muy larga. Solo teníamos palabras de felicitación para los niños que estaban demostrando ser auténticas máquinas.
Para llegar al hotel había que hacer un buen trecho de recorrido urbano. Linz es una ciudad bonita y no podíamos dejar de visitar un par sitios chulos, como la catedral o la casa de Mozart.
Decidimos hacerlo antes de ir al alojamiento porque sospechábamos que una vez en el hotel iba a ser muy complicado volver al centro de turismo.
Fin de fiesta
Llegar al hotel desde el centro fue un recorrido de unos veinte minutos. Habíamos aprendido a movernos por ciudades y no cundió el pánico en ningún momento. Lo mismo lo que pasaba es que estábamos tan cansados que el cuerpo no daba para más.
Tras el check-in fuimos a la piscina de cabeza. La tarde no era especialmente calurosa pero un baño había que darse, eso está claro.
Hay quien optó por no darse un baño… pero había maneras alternativas de refrescarse, eso es así.
Jaime y yo salimos a comprar pan a una Bäckerei (panadería) que vimos que había muy cerca del hotel. Aún teníamos con qué rellenar una buena cantidad de bocadillos así que hicimos picnic en una pradera de césped que vimos en frente del hotel. Varias rondas de chistes y una serie de fotos chorras nos animaron a todos después de un precioso pero duro día de bicicleta. Os vais a hartar de leerme escribir que es FUNDAMENTAL hacer cosas que entretengan a los niños. Tienen energías físicas de sobra pero mentalmente flaquean, es inevitable a sus edades.
Segunda etapa completada con éxito, un recorrido de 56km de Inzell a Linz. La tercera nos llevaría de Linz a Sankt Nikola, cerca de Grein, que suele ser el final habitual de esta etapa.
Sin duda la «etapa reina» de nuestro particular «Tour de Austria». Pero no la recorrimos en su totalidad en bici porque también quisimos visitar el campo de concentración de Mauthausen. ¡No dejes de leer la crónica de esta tercera etapa!
Es muy guay 😀