La primera etapa de nuestro recorrido nos llevaría de De Passau a Schlögen por el Danubio. Bueno, a Inzell, un poco después de Schlögen. Unos 45 kilómetros para comenzar la aventura.
Recuerda que esta es una entrada de una serie de 11 sobre nuestro viaje al Donauradweg a su paso por Austria. Puedes usar la primera entrada como índice para leer en orden.
A levantarse que ya es hora… hoy toca de Passau a Inzell
No madrugamos especialmente porque el viaje del día anterior fue tremendo: cansado y estresante. Así que nos pusimos de acuerdo para estar listos a las 9:00 para salir a desayunar. El hotel… bueno, cumplía sin más. Cualquier pensión en España ofrece lo mismo por mucho menos dinero, eso también te lo digo.
La noche fue calurosa y no había aire acondicionado. Por suerte una tormenta de las gordas refrescó el ambiente ya de madrugada facilitándonos el descanso.
Muy cerca del hotel había un café donde desayunamos muy, pero que muy bien. Con algo de «gochería» incluso. Íbamos a necesitar mucha energía así que la ingesta excesiva de calorías alemanas estaba más que justificada.
Volvimos al hotel a coger las alforjas. No te creas que no tiene su historia usar alforjas sin compartimentos. Cuando quieres buscar algo tardas menos sacando todo y volviéndolo a meter en vez de andar rebuscando durante cinco minutos sin éxito. Es una lección que aprendimos al segundo o tercer día. Sacar las bicis del patio interior del que disponía el hotel (compartido con cámaras frigoríficas y cubos de basura) fue una ingrata tarea de la que se encargaron Jaime y María.
También fuimos progresivamente aprendiendo a circular en bici por ciudad. No veas tú para llegar desde el hotel hasta el Danubio. En nuestras cabezas era como si cada coche que veíamos tuviera la intención de atropellarnos y nos poníamos nerviosos y nos pegábamos unos gritos que se tuvieron que escuchar en toda la Alemania oriental.
Saliendo de Passau hacia Inzell
Comenzamos a dar pedales (o mejor dicho, a caminar porque no estaba permitido rodar en bici) junto al río Eno con la intención de acercarnos a la punta donde confluyen tres ríos: el mencionado Eno, el Danubio y otro más pequeño, el río Ilz. Un sitio guay donde hicimos una pequeña parada para sacar algunas fotos y saludar con aspavientos y bailoteo a otros turistas que iban montados en un barco de los muchísimos que transitan el Danubio parriba y pabajo. Aunque no sé si computa como parada porque aún no habíamos comenzado realmente la ruta.
Una vez «en el track», la sensación que nos invadió durante los primeros cientos de metros fue magnífica. ¡Estábamos haciéndolo! después de tantos meses preparando y esperando… ¡Estábamos dando pedales junto al Danubio!
Rodamos por la orilla norte por un carril que discurre junto a una carretera relativamente transitada. Por la orilla sur, al parecer, es lo mismo pero la carretera soporta más tráfico. Es completamente seguro porque hay separación entre bicis y coches pero no es lo más cómodo del mundo ir en bici y estar escuchando todo el rato coches pasando en ambos sentidos.
Íbamos a buen ritmo, a casi 20 kilómetros por hora en algunos tramos y eso nos permitió avanzar bastante, llegando a quitarnos la mitad de la ruta casi sin darnos cuenta. Además, rodábamos a la sombra y eso siempre ayuda. Las bicis pesaban pero iban suaves, casi se deslizaban sobre el pavimento que estaba en excelente estado.
Nos están sonando las tripas
La hora del almuerzo se acercaba irremediablemente y necesitábamos comprar provisiones para comer. Nuestra idea era comprar unos bollos de pan y embutido (aún nos quedaba algo del día anterior, pero no mucho) en algún supermercado y parar en algún sitio a la sombra a zamparnos unos bocatas, como solemos hacer cuando realizamos este tipo de excursiones bicicleteras. Pero, por lo que sea, atravesamos varios pueblos sin ver un solo supermercado: Erlau, Obernzell, Jochenstein… Y eso que vimos una boda y todo. No pudimos resistir la tentación de gritar un españolísimo «‘¡Vivan los Novios!».
Nos pusimos como meta parar en Engelhartszell porque además de ser un pueblo muy bonito dispondría, seguro, de comercios. Pero como somos así no caímos en la cuenta de que está al otro lado del río, en la orilla sur. Un pequeño detalle sin importancia. Nos percatamos de esta insignificancia una vez pasado Engelhartszell que a lumbreras no nos gana nadie, cuando paramos a tomar una cerveza en Niederranna.
Lo que pasó es que hacía mucho calor y las tripas ya estaban rugiendo un poco. Pasamos junto a un puesto de comidas y al ver las jarras de cerveza que se estaban tomando tan ricamente a la sombra otros cicloturistas clavamos los frenos y ocupamos una mesa libre con la intención de hacer una parada para mejorar la hidratación. Lo que pasa es que vimos que había posibilidad de comer algo y siendo la hora que era no lo dudamos: «grossen salchichen» para todos con su correspondiente acompañamiento de kartoffeln salat (ensadada de patata, me flipa, a ver si aprendo a hacerla con la Thermomix).
Retomamos el camino
Después de comer y beber como está mandado da un poco de pereza continuar el recorrido pero debo reconocer que salí con alivio del puesto de comidas porque las caras que estaba poniendo la pobre fräulein que estaba al cargo del chiringuito eran de traca valenciana.
Entre que la liamos para pedir (porque no conocemos las especialidades de la cocina germánica y le dimos 5 vueltas completas a la comanda), que los niños se pusieron a guarrear con el agua con gas (ojo, si no especificas que quieres agua normal, «still water», te la ponen con gas), que le pedimos que nos rellenara 9 botellas de agua y que dejamos la mesa hecha un Cristo… poco protestó la educada mesonera.
Eso sí, lo que me jodió a mí es tener que pagar en efectivo porque no admitían pago con tarjeta. Ya lo he mencionado en otras entradas, lleva billets para evitar sorpresas que estamos muy acostumbrado en España a pagar con tarjeta.
Justo después del pueblo había un puente por el que se podía cruzar el Danubio y como nuestro alojamiento estaba en la otra orilla del río así lo hicimos. Ahora creo que fue un error. Nos comimos una serie de subidas y bajadas que hubiéramos evitado siguiendo por la orilla norte y cruzando en el trasbordador de Au, a la altura de Schlögen. Cuesta tiradísimo de precio, como a dos euros por persona o algo así.
Llegamos a Schlögen
Mucha gente termina esta etapa en Schlögen pero nosotros decidimos alojarnos en el siguiente núcleo urbano así que nuestra etapa de hoy era de Passau a Inzell, teníamos que seguir. La cosa es que hay un mirador en Schlögen que ofrece unas vistas de los meandros del río que no hay que dejar de visitar.
Tuvimos que gestionar un poco los estados de ánimo de los niños porque hacía mucho calor y llevábamos una paliza a tener en cuenta así que solamente María y Lourdes subieron al mirador. Se tiraron fácilmente una hora entre la subida, que al parecer tiene lo suyo, y la bajada. Lo hicieron caminando, que en bici parece impracticable, según cuentan.
Jaime, los niños y yo nos quedamos tranquilamente esperando en el bar tomando unos refrescos y viendo a la gente yendo y viniendo de una orilla a otra en el trasbordador.
Final de la etapa
Apenas cuatro kilómetros separan Schlögen de Iznell y los recorrimos disfrutando de los impresionantes paisajes del valle. Uno de esos momentos en los que te gustaría parar el tiempo y saborear cada segundo que pasa, dando pedaladas muuuuuy despacito para no avanzar. Pero, te soy sincero, también había ganas de llegar a destino para darnos una ducha y refrescarnos. Llevabamos algo más de siete horas de etapa desde que salimos de Passau a Inzell. Con todas las paradas del mundo y lo que tú quieras… pero son siete horas en el camino.
Parecía además que tenía ganas de llover. Llevabamos chubasqueros (como ya sabrás si has leído la entrada donde hablo de la preparación del viaje) pero estando tan cerca sería un rollo tener que parar a ponérnoslos.
En un periquete llegamos a nuestro alojamiento para esa noche. Era un camping, pero también tenían habitaciones. Mucho mejor, oye, que el hotel del día anterior. Cuando nos estábamos registrando nos dijeron que la cocina estaría abierta hasta las 19:00 y eran las 18:00. Teníamos el tiempo justo para hacer lo que llevabámos pensando todo el día… ¡Darnos un baño en el Danubio!
Baño con más miedo creo que no me he dado yo nunca. Junto a la orilla había unas piedras donde se podía uno mantener en pie pero si te alejabas medio metro… no se sabía dónde estaba el fondo del río y no es plan de morir ahogado habiendo completado solamente una etapa de las siete planeadas.
Durante el baño comenzó a llover así que salimos zumbando a darnos una ducha y a pedir algo de comer. Unos platos de pasta y unos filetes empanados nos vinieron de lujo tras un primer día de pedaleo. Primera etapa superado, casi 45km recorridos de Passau a Inzell.
¡Menudo día bueno pasamos! Después de la cena y antes de que se hiciera de noche los niños se fueron a dedicarse a sus asuntos y los mayores salimos a dar un paseíto para estirar las piernas. Poca cosa, lo justo para dejar que anocheciera e irnos a acostar con una sonrisa que no nos cabía en la cara. Por la sensación de estar en un sitio precioso y de haber empezado nuestra aventura con muy buen pie y por las dos cervezas que nos cascamos. ¿Serían igual de buenos el resto de días? Lo mismo pasaron cosas… pero tendréis que seguir leyendo para saberlo porque no hay nada como un buen cliffhanger para terminar una entrada.
¡Ay que fría estaba el agua del Danubio! 🥶