Practicar MTB en invierno es sinónimo de barro y lluvia en muchos casos. Llevar la ropa adecuada es fundamental, eso es cierto. Pero contar con una actitud positiva también es clave. Y eso fue lo que hicimos cinco Perdedores el pasado 14 de enero: vestirnos correctamente y armarnos con un extra de motivación para salir a dar pedales cuando la previsión daba lluvia desde bien temprano.
Así es como Jaime, Natalia, el Bombi, Sergio, Raúl y un servidor quedamos a las nueve de la mañana en el aparcamiento de la Herrería, en El Escorial, con la idea de hacer esta ruta que tenía yo fichada en Wikiloc:
Track disponible en Wikiloc
Sergio y yo fuimos desde Leganés y antes de llegar se puso a llover seriamente. Mal. Estuvimos de acuerdo en que empezar la ruta con esa lluvia no tenía sentido. Una cosa es que te pille la lluvia en mitad de la faena y otra es comenzar ya lloviendo. Pero bueno, la idea era llegar al aparcamiento y decidir entre todos si nos poníamos en marcha o si directamente no íbamos a desayunar.
Cuando llegamos, Jaime y Natalia ya habían llegado y estaban sacando las bicis del coche. Poco tardaron en llegar el Bombi y Raúl, que se sumó a última hora al grupo.
Listos para mojarnos
Tras los saludos pertinentes, poner las bicis en orden y terminar de pertrecharnos con los avíos necesarios nos pusimos en marcha. Pero antes de empezar tomamos una decisión muy acertada, visto lo visto, la de recortar el recorrido y hacer solamente el primer bucle. Natalia tenía que retirarse pronto por motivos familiares y, desde luego, el día no estaba como para tirarse cuatro horas montando en bici. Al menos desde nuestro punto de vista, desde el prisma Perdedor salir a montar en bici lloviendo es de fatiguitas.
Cruzamos la M505 y pasamos al bosque de la Herrería. Precioso, como siempre. Rodamos unos pocos metros por la carretera que sube hasta la silla de Felipe II y enseguida tomamos un camino a la izquierda, en dirección este, que nos llevaría a la vía del tren. La cruzamos por una pasarela que hay junto a la puerta de salida del recinto de La Herrería y girando a izquierda comenzamos un ligero descenso por pista que nos llevaría de nuevo hasta la M505 tras cruzar el puente de piedra sobre el río Aulencia.
Rodamos un poco por carretera hacia Valdemorillo. No nos gusta, pero a veces no queda más remedio. A esa hora había poco tráfico y el andén es bueno. No se hace demasiado pesado. Cruzamos la glorieta de frente y poco después salimos de nuevo a camino para comenzar a rodar por un sendero de subida divertidísimo. No lo conocíamos y nos encantó. Tenía varios pasos técnicos que nos pusieron a prueba, pero los superamos con una sonrisa en la cara.
Salimos del sendero y rodamos por pista hasta llegar a Peralejo. De momento parece que nos estamos librando de mojarnos… desde arriba. Porque desde abajo la cosa cambia. Hay muchos charcos y las bicis ya están muy sucias. Nada de barro pegajoso, por suerte. Ni se bloquean las ruedas ni el cambio, todo bien.
Atravesamos el pueblo y giramos a la izquierda por la M533. Otro trocito por carretera donde nos cruzamos con otro grupo de ciclistas chalados. Sigue sin llover pero sabemos que más tarde o más temprano alguna nube nos va a pegar un remojón. Natalia, el Bombi y Jaime, que van en cabeza, se paran en una intersección porque no tenían muy caro si había que tomar el camino de la izquierda o el que sigue de frente. Soy yo el que va dirigiendo, con más pena que gloria, con mi viejo GPS Garmin Etrex Legend. Reviso el track y observo que nos hemos pasado el giro que nos llegaría de vuelta a El Escorial. Impera la lógica, no sin oposición, y retrocedemos para tomar el camino de vuelta. Y enseguida se pone a llover. Suave primero, algo más fuerte después.
Rodar por pista ancha da para ratitos de charla
Tomamos un camino conocido que nos llevará hasta Zarzalejo. Es un sendero que conocemos de hacerlo muchas veces en sentido contrario. Pica un poco para arriba, pero muy poco. Es muy suave. Pensamos que lo vamos a pasar mal, pero todo lo contrario. Es muy divertido ir subiendo los escalones de piedras y raíces que nos vamos encontrando. Resbaladizos en algunos casos por la lluvia, lo que aumenta la dificultad y por tanto la diversión. Un tramo del camino de unos veinte metros está completamente inundado y lo tenemos que pasar confiando en que no vamos a tropezar con ninguna piedra oculta que nos haga echar pie a tierra… digo pie a agua. Lo conseguimos.
Llegamos a Zarzalejo, cruzamos por encima de la vía del tren. Han levantado tanto la valla que el manillar pasa por encima y prácticamente hay que cruzar a pie.
Nos planteamos si volver a El Escorial por la calzada romana o subiendo a la Silla de Felipe II.
Hay que pasar a pie, no cabe el manillar
Decidimos subir a la silla de Felipe II. Ya que vamos a acortar la ruta, al menos hagámosla un poco más interesante. Además la calzada puede ser peligrosa con las piedras tan mojadas. No queremos correr riesgos porque somos Perdedores pero no gilipollas, tú me entiendes.
La subida no es demasiado larga pero tiene algún tramo un poco asqueroso por la cantidad de piedras sueltas que nos encontramos. Una vez arriba Natalia insiste en subir hasta la silla para hacernos una foto. Le pedimos a un grupo de jóvenes que había arriba que nos la hagan y les queda bastante bien. Raúl no está porque antes de decidir llegar hasta la mismísima silla se tira por uno de los senderos que bajan hasta el aparcamiento campo a través.
Falta Raúl, que estaba haciendo enduro
Finalmente bajamos. Algunos por la carretera, Sergio y yo por uno de los senderos que bajan serpenteando y son bastante más asequibles que el que tomó Raúl que baja directo. En el Aparcamiento nos despedimos de Natalia, que se tiene que marchar con todo el dolor de su corazón y decidimos prolongar la ruta hasta una churrería de San Lorenzo. Hay que subir un cuestón por asfalto que no veas, lo recuerdo de otras veces, pero la palabra mágica (churros) hace que no me oponga a la propuesta. Subimos al tran-tran. Me descuelgo del grupo porque la subida se me hace bola, pero una vez arriba bajan el ritmo y nos reagrupamos. Para nuestra desolación la churrería está cerrada, así que nos sentamos en la terraza de la pastelería Paco Pastel. Te la recomiendo, hazme caso.
Nos pusimos como el Kiko
Palmeras de chocolate en vez de churros… No es lo mismo pero ya te digo yo que nos sentaron debutis.
Pero lo mismo que hasta el rabo todo es toro y que la ópera no se acaba hasta que cante la gorda, el Perdedor lo es hasta el final. Y bajando de la pastelería al coche nos cayó una chupa de agua que llegamos todos calados. Tócate las pelotas, que acortamos la ruta para no mojarnos y acabamos empapados por golosos. Si es que donde no hay mata no hay patata.
Pero lo pasamos bien. Al final nos salió una ruta de unos 28 kilómetros con alrededor de 400 metros de desnivel positivo… Y nos juntamos con los colegas, que al fina es de lo que se trata. Salvamos la mañana, que no lo tenía yo ni medio claro.
2024 me da buena espina. Creo que vamos a hacer grandes cosas. Y, ya lo sabes pero te lo repito, te las contaremos en este que es tu blog.