3ª edición de la clásica de las porras

Atiende que te vamos a hablar de MTB del bueno en una ruta de MTB por Olmeda de las Fuentes saliendo desde Los Hueros.

No sabría deciros cuántas ediciones deben celebrarse de una ruta para que esta se convierta en tradición. No creo que haya nada escrito al respecto, eso seguro. A mí, que me gusta lo clásico, conque el primo me diga que es la tercera y que a mitad de camino se para a tomar un café con porras me vale para apuntarme.

Lo mejor, las porrasLo mejor, las porras

 

Siendo así, el último día del ya extinto 2018 me levanté tempranito, me abrigué bien, monté la bici y los avíos en el coche y puse rumbo a Los Hueros, localidad de salida de la ruta y de residencia de varios de los amigos que acudimos a la cita.

Cuestón a la vistaCuestón a la vista

 

Mi primo Christian había compartido los datos de la ruta previamente. Unos 45 kilómetros con aproximadamente 500 metros de desnivel positivo acumulado me parecían parámetros dentro de mis capacidades. Casi me muero. Hoy, dos días después, sigo cojo. ¡Cómo se notan los excesos navideños y la falta de continuidad sobre la bici! pero disfruté como un enano. El año que viene no vuelvo… ¡O sí!

Track disponible en Wikiloc

 

A las 9:30 aproximadamente comenzamos a dar pedales. Siete fuimos los ciclistas. De izquierda a derecha según la siguiente foto: Jose, Santi, Christian, Rafa, Rober, Moisés (yo) y Jorge. Gente de bien y amabilísima que me acogieron con los brazos abiertos y me hicieron sentir en casa.

 

Foto de familiaFoto de familia

 

El recorrido comienza en dirección sur hacia Torres de la Alameda. Hacía frío y estábamos fríos. Cubrebotas, bragas que nos tapaban media cara y las orejas y buenos guantes fueron nuestros mejores aliados a estas horas tempranas. El sol que todavía no había subido lo suficiente daba tregua al rocío que abundaba en el suelo, en las zonas con hierba, y el piso de tierra estaba congelado, duro, lo que nos permitía rodar con relativa facilidad a pesar de tener que atravesar terreno arado a las afueras de Los Hueros.

Y precisamente aquí, el primer punto interesante de la ruta: una pared de pocos metros pero con una pendiente enorme que, al contrario que mi primo, no gestioné bien. Al ponerme de pie, la cubierta trasera perdió tracción dando al traste con mi intento.

Llegando a Torres de la Alameda me di cuenta de que iba a tocar sufrir. Los compañeros de ruta estaban (esto no es noticia) en bastante mejor forma que yo y me llevaban con la lengua fuera. Bien es cierto que me cuesta entrar en calor, pero enseguida me puse a regular porque quedaban muchísimos kilómetros por delante y una cosa es hacer el ridículo llegando el último a todos los altos y otra mucho peor es no llegar y caer muerto infartado en la cuneta y despedir así el año deja muy mal sabor de boca a uno mismo y a los familiares. Total, que por suerte para mi, en una rotonda de Torres de la Alameda  la mitad del grupo tomó una dirección que Christian, guía de la ruta, interpretó incorrecta y hubo que parar para el pertinente reagrupamiento y para mi solaz.

Rodando con el sol aún muy bajoRodando con el sol aún muy bajo

 

Salimos del pueblo en dirección sureste circulando por pistas que progresivamente se iban encañonando y empinando. Un paraje muy bonito para la práctica del ciclismo de montaña. Christian me iba previniendo de los que nos íbamos a ir encontrando y yo eso lo agradecía enormemente porque cuando ruedo por terreno desconocido tiendo a desazonarme.

Hay que echar pie a tierraHay que echar pie a tierra

 

La premisa estaba clara: ahorrar energía en la medida de lo posible de manera que cuando la pista se convirtió en camino y el camino en cuesta del infierno el chache echó pie a tierra y aunque la pendiente daba para subir montado en la mayoría de su extensión no me salía a cuenta quemar energías que en un par de horas se iban a cotizar carísimas.

Así es como rompo los cubrebotasAsí es como rompo los cubrebotas

 

Pero no me salió la jugada del todo bien ya que casi al final de la cuesta, en un reagrupamiento, Jorge se me colocó detrás y por dignidad ciclista subí montado lo que restaba hasta el final… que no era mucho pero se me pusieron las piernas bonitas. Menos mal que lo que sucedía a tan desagradable cuestón era un tramo de cerca de 8 kilómetros de llaneo, a veces por pista, a veces por senda, a veces por sembrado, que de todo había.

Un poquito de senderoUn poquito de sendero

 

Una reagrupación más para la foto de la clásica, la que he usado en esta misma entrada para presentaros a los compañeros de ruta, y llegamos a un polígono a las afueras de Nuevo Baztán. Dimos un pequeño rodeo para esquivar a un par de perros, que nunca se sabe, y tras un pequeño tramo en carretera, siguiendo en dirección este, llegamos a la primera bajada interesante de la ruta.

¡Espera que echo una foto!¡Espera que echo una foto!

 

Y ahora, para abajoY ahora, para abajo

 

Me advirtieron de que tenía lo suyo, mucha piedra suelta de buen tamaño y buen número también de piedra «agarrá». Tras el mal rato de la subida reconozco que disfruté de la bajada. Con el culo bien echado para atrás la doble suspensión y el diámetro de la rueda se encargaron de hacer el resto. Una vez abajo, de nuevo tocaba subir… pero hasta llegar al bar, que parece que así las cuestas son menos.

Ratitos de charlaRatitos de charla

 

Olmeda de las fuentes, casi a mitad de ruta, se llama el pueblo donde hicimos el descanso que da nombre a esta ruta en el mesón «Las Escalerillas». Recordad el nombre, nos trataron muy amablemente. A punto estuvimo alguno de cambiarle el nombre a esta ruta por «la clásica del bocata de panceta» al ver los ejemplares de los mismos que pasaron por nuestro campo de visión… pero habiendo ido a por porras, porras comimos.

Las escaleras de la gloriaLas escaleras de la gloria

 

Christian fue previsor para asegurar remanente de porras porque éramos siete y estaría feo que siendo la clásica de las porras estas se hubieran agotado a nuestra llegada.

¡Qué pasa bro!¡Qué pasa bro!

 

Habiendo cumplido con el ritual toca volver a ponerse en ruta para volver a Los Hueros. Pusimos  direccón norte y a tras cruzar la M-219 comenzó la fiesta del barro. El camino transcurría paralelo al Arroyo del Val y se encontraba lleno de charcos y barro.

Yo por ahí no paso...Yo por ahí no paso…

 

Costaba mucho avanzar, el barro se agarraba a las ruedas y se acumulaba en la unión de las vainas. Además la pista picaba hacia arriba. Empezó a sobrarnos ropa, las bragas que nos cubrían la cara fueron desapareciendo progresivamente y aprovechábamos la parada para quitar algo de barro del cuadro.

También había barro que no se agarraba, pero que hacía resbalar las ruedas. Divertidísimo. Tomé la opción de dejar de evitar los charcos. Total, ya iba de barro hasta las orejas, lo mismo daba. Muy divertido pasar por charcos congelados y escuchar cómo se rompía el hielo al paso de las ruedas.

Al kilómetro 30 llegué tocado, después del esfuerzo del barro. Pero la agonía tuvo premio en forma de sendero de descenso de los bonitos, con mucho flow, como dicen ahora los «bikers». Mi primo, que lo conocía bien, fue primero marcando la trazada y reconozco que me resultó divertidísimo.

Saliendo de un senderoSaliendo de un sendero

 

A la salida hubo reagrupamiento y mientras algunos compañeros seguían quitando barro a las ruedas yo aproveché para tomar un gel que a la larga me vino de maravilla.

Nuestra siguiente parada fue Corpa y atravesamos el pueblo de sureste a norte. Tuve que echar pie a tierra en las primeras cuestas del pueblo. No había gasolina y el gel no había hecho efecto todavía. Ya fuera del núcleo urbano y al tran-tran, fuimos haciendo kilómetros de toboganes hasta bordear el campo de golf de Valdeláguila en el punto más alto de la ruta para disfrutar de una larguísima bajada de 10 kilómetros hasta Los Hueros.

PelotónPelotón

 

En este último tramo el gel me hizo efecto pero era como si fuera en quinta (ahora sería sexta), podía rodar rápido sin problemas pero si el camino picaba hacia arriba las piernas se quedaban sin fuerza.

Últimos kilómetrosÚltimos kilómetros

 

Al final mi cuentakilómetros marcaba cerca de 47 kilómetros. Saber el desnivel es muy difícil, ya sabéis, por los distintos criterios que aplican las diferentes plataformas: Wikiloc dice 512, el GPS de Christian 859 y la aplicación Relive 626. Si utilizamos la calculadora de desnivel de Perdedores BTT y fijamos un desnivel de 3 metros cada 20 metros de distancia tenemos 790 de desnivel positivo acumulado. A mi, que iba más fuera de forma de lo habitual, me parecieron 5000.

Lo que sí afirmo categóricamente es que a pesar de sufrir encima de la bici disfrute como un enano en compañía del primo y sus amigos. Gracias, chicos, por esta mañana de ciclismo de montaña de la que no se olvidan.

Y si al acabar te limpian la bici… ¡¿Qué mas se puede pedir?!

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