Ruta Las Rozas – Las Matas – Molino de la Hoz

Me alegra mucho empezar el año ciclista compartiendo rutas con amigos, especialmente si es con aquellos con los que llevo más tiempo sin hacerlo. Siendo además que en esta ocasión nos juntábamos cinco perdedores para disfrutar de una mañana de MTB por Las Rozas guiados por Juancar, la diversión estaba garantizada.

Hacía una buena rascaHacía una buena rasca

 

El día amaneció frío, como corresponde al mes de enero, pero sin amenaza de lluvia. Durante la semana habíamos estado comprobando con frecuencia la previsión meteorológica para ver si salíamos sábado o domingo y finalmente fue la AEMET la que decidió por nosotros pronosticando un alto porcentaje de precipitaciones para el sábado… y no falló.
De manera que el domingo a las nueve de la mañana, muy temprano en esta ocasión para poder atender luego compromisos familiares, nos citamos frente al Tanatorio de Las Rozas Juancar, Miguel, Gualter, José Ángel y un servidor con ilusión y muchas capas de abrigo.

La idea era hacer una versión reducida de esta ruta que hicimos en verano Juancar, Miguel y yo…. y que acabé con la lengua fuera y pidiendo al árbitro la hora con toda mi alma, si fuera posible que hubiera un señor colegiado en nuestras rutas. Esta vez fueron Gualter y José Ángel los que sufrieron, ambos por llevar una buena temporada sin coger la bicicleta, con los excesos de las Navidades y lesiones graves (en el caso de José Ángel) de por medio. Nunca me cansaré de repetir que me producen especial admiración, y entre la familia de perdedores tenemos a muchos, aquellos aficionados que cogen la bici dos o tres veces al año y dan la talla. Me quito el sombrero (el casco, en este caso) ante tal fortaleza mental. De ellos he aprendido mucho.

Track disponible en Wikiloc

 

El recorrido propuesto por Juancar comenzaba alcanzando el pinar de Las Rozas y recorriendo una vez dentro el sendero que discurre en paralelo al canal… donde un perrazo grande como una vaca nos deleitó, a nuestro paso, con una zambullida propia del mejor «balconing». Nosotros pelados (aún) de frío y el perro refrescándose en el agua helada para desesperación de su dueño, que se veía invirtiendo una buena parte del domingo «desinfectando» a su mascota. Eso al menos fue lo que interpretamos nosotros con cierta base al oírle exclamar un sonoro «jooooooooooder».


Desde los primeros compases estaba claro que Juancar y Miguel iban a ir tirando, Gualter y José Ángel cerrando y yo, si me admitís un segundo símil futbolístico, de medio centro, haciendo de enlace entre ambas parejas. Siempre pendiente, eso sí, de que a los de atrás no les faltara de nada y nadie se quedara descolgado. Esto mismo hacían los dos de delante cuando había que cambiar de dirección y venían que nos habían descolgado. Un grupo muy heterogéneo en este caso en cuanto a estados de forma, pero compenetrado y armonioso, que a fin de cuentas se trata de echar un rato divertido en el monte.

Volviendo al recorrido, bajamos hasta el apeadero de «El Tejar», que debido a su estado de abandono proporciona un excelente escenario tanto para grabar videoclips de trap como para celebrar eventos satánicos, esa es su versatilidad y así lo comentamos mientras volvemos a pasar al lado del apeadero tras cruzar las vías del tren por un puente en malísimo estado que nos obliga a echarnos la bici al hombro.


Rodamos durante un rato paralelos a la vía del tren y a la A-6 en dirección norte, hacia Las Matas, pero a la altura de la Urbanización Punta Galea, situada al otro lado de ambas vías, giramos a la derecha para disfrutar del primer sendero de la jornada, el que discurre junto al Arroyo del Bosquillón hasta la cerca del monte de El Pardo. No es un sendero especialmente rápido porque no tiene mucho desnivel de bajada. Es de los de dar pedales, sinuoso pero limpio, con cierto «flow», como diríamos si fuéramos más jóvenes o más norteamericanos. Yo lo recorrí detrás de Gualter y en algunos tramos me quedaba atrás.


Tocaba subir un buen trecho hasta Las Matas. Transitábamos por una pista bastante tendida entre encinas y comentando la temporada de setas y compartiendo lugares donde recolectarlas en la sierra de Madrid casi ni nos dimos cuenta de que habíamos llegado a los primeros chalets del pueblo. Poco antes, Miguel había sufrido una avería en la cadena como las que le acontecieron en nuestra visita anterior. Sendas roturas que tuvimos que arreglar con el tronchacadenas. En esta ocasión, sin explicación aparente, el eslabón de cierre rápido se le soltó sin más. Tras limpiar de arena ambas partes del mismo (tuvimos suerte de encontrarlas) volvimos a colocarlo y no volvieron a producirse incidentes… muy raro. Sospecho que a Miguel le gusta llamar la atención, puro afán de protagonismo.


Tras salir de Las Matas cruzando la A-6 por una pasarela peatonal elevada comenzaba la parte más disfrutona de la ruta. Ahora toca el larguísimo sendero que nos llevaría hasta, casi, la Presa del Gasco. Seis kilómetros de sendero «singletrack» (que solo cabe uno) durante los que nos cruzamos (o adelantamos) a numerosos ciclistas y senderistas, a los que saludábamos con educación y una buena sonrisa. Agradecíamos que nos cedieran el paso cuando se daba el caso. El barro fue el protagonista de este tramo, haciendo resbalar nuestras ruedas en varias ocasiones, por fortuna sin consecuencias. Es un sendero sin dificultades técnicas pero tan, tan largo que la obligación de ir atento durante tanto rato te agota.

No podíamos dejar de asomarnos a ver la Presa del Gasco y de recibir las explicaciones de Juancar. Nos cuenta que el propósito de esta obra era crear un canal que uniera la submeseta sur con el océano Atlántico.

 

Realmente las vistas impresionan. Sobre todo porque uno no se espera encontrar escenarios de tal magnitud a tres o cuatro paradas de cercanías de Madrid capital.

Un rápido y divertidísimo sendero nos lleva hasta Molino de la Hoz, una urbanización donde vive gente con cierto poderío económico. Atravesamos la urbanización y llegamos hasta el río Guadarrama a la altura del puente del Retamar. El puente también tiene cierto interés histórico. Pero nuestra ruta gira a la izquierda para comenzar el largo y penoso ascenso hasta el lugar donde habíamos dejado los coches. Cinco kilómetros, aproximadamente, de ascenso por calles abiertas al tráfico y carril bici. A Gualter y a José Ángel se les hicieron muy, muy duras… Pero llegaron, como no podía ser de otra manera.

 

En esta ocasión no hubo tiempo para tomar una cervecita. Muy mal. Pero en otra ocasión nos tomaremos dos para compensar. Le dimos un manguerazo rápido a las bicis en la gasolinera que hay junto al tanatorio y cada mochuelo a su olivo. Se nos había hecho un poco más tarde de lo esperado.

Una ruta muy, muy divertida y completa. Con sus tramos rodadores, sus subidas, sus bajadas… sin duda para repetirla.

¡Gracias, Juancar!

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