El viernes 20 de octubre fue un hito en la historia particular de este pequeño grupo de amigos ciclistas porque celebramos nuestra primera ruta nocturna de MTB. ¡Y lo pasamos genial!
Nocturna, nocturna… fue por la oscuridad… aunque por horario fue más bien vespertina. De hecho comenzamos con luz diurna para calentar las piernas con confianza. Cinco perdedores nos reunimos para esta ocasión. Sergio, Bombi, Miguel, Cristian (ya es perdedor tras realizar dos rutas con nuestro grupo) y un servidor. Las bajas de última hora de Pablo y de Raúl redujeron el tamaño del pelotón. Una pena, chicos, la próxima vez, que la habrá seguro, contamos con vosotros.
La ruta elegida para tan magno evento es una vieja conocida: Móstoles-Navalcarnero. Podéis ver el detalle de la misma en este mismo blog así que no voy a describirla. Simplemente anotar que elegimos esta ruta por ser conocida y por transcurrir por pistas con buen firme. Un poco de prudencia para la primera nocturna nos parecía oportuno.
Para alumbrarnos aquellos de nosotros que teníamos un buen foco recurrimos a modelos de este tipo disponibles en Amazon por unos 25€. Compramos dos modelos y la verdad es que cumplieron con su cometido. Con dos niveles de intensidad, en el más bajo de ellos pudimos completar la ruta con batería de sobra.
Eso sí, la bolsa contenedora de la batería, que cuenta a su vez con una tira con velcro para su sujeción, no inspiraba mucha confianza de manera que optamos con sujetarla con bridas para tener un poco de seguridad adicional, que nunca se sabe.
Un frontal en el casco para las emergencias y la ristra de focos que llevábamos aseguraban luz más que suficiente para el recorrido que íbamos a realizar. Unas gafas con cristales blancos también ayudarían a proteger los ojos sin perder visibilidad.
De manera que a las siete de la tarde nos encontramos con mucha ilusión en el aparcamiento de los campos de fútbol de Iker Casillas, en Móstoles, junto al parque de El Soto. Entre pitos y flautas, tras sacar las bicicletas de los coches y los preparativos de última hora pasaban de las siete y media cuando nos pusimos a dar pedales.
La temperatura acompañaba. El viento no hizo acto de presencia. La lluvia de días anteriores no nos amenazó en ningún momento y había dejado los caminos con muy buen rodar y libres de polvo… ¡Todo a favor! Poco después de pasar por encima del río Guadarrama por el remodelado puente tuvimos que encender los focos.
Durante este tramo nos cruzamos con dos o tres ciclistas de vuelta pero pronto la oscuridad fue absoluta y solo nuestro rodar, nuestras conversaciones y nuestras risas, que hubo muchas, rompían el silencio de la noche.
La única dificultad de esta ruta tan asequible consiste en un repecho de unos 700 metros que se sube sin demasiados problemas. Recuerdo las primeras veces que pasé por esa zona. Mucho menos entrenado (no es que ahora lo esté…) recuerdo sufrir enormemente en esa cuesta. El otro día la subimos todos como si nada. Bueno… ¡Sergio y Miguel la subieron a tope, que iban sobrados!
En cada bifurcación nos reagrupábamos porque solo yo recordaba la ruta de memoria… y Cristian la llevaba en el GPS. Como íbamos de cháchara cerrando el grupo los otros tres tenían que esperar a que llegáramos para saber por dónde seguir.
No hubo que lamentar ninguna incidencia reseñable. Miguel se cayó bochornosamente al tratar de girar sobre sí mismo para cambiar de dirección… cuando tenía los pies en el suelo y casi al final de la ruta tuvo que meterle algo de aire a sus ruedas, que debían de perder por un flanco o por la misma válvula.
La fauna local también hizo acto de presencia. A destacar la cantidad de sapos que tuvimos que esquivar en las inmediaciones de Navalcarnero. Todo un ejercicio de reflejos en ocasiones para no pasar por encima de ellos, que transitaban por el camino como Pedro por su casa. En un momento dado, además, entre el olor a jara pudimos apreciar (al menos Cristian y yo) un olor distinto y muy característico: jabalí. Él lo reconoció claramente, yo es la primera vez que lo olía.
Terminamos la ruta, como digo, sin incidentes y muy contentos aproximadamente dos horas y media después. Realmente habíamos disfrutado de la experiencia y de la compañía.
Cristian y Miguel tenían que marcharse, pero siendo la hora de la cena…
El Bombi, Sergio y yo decidimos continuar en el bar, que tampoco se nos da mal.
Como decía Pablo, con estas hamburguesas recuperamos el michelín perdido en la ruta.
No me queda más que instaros a los que estéis leyendo esto a probar la experiencia de salir al monte por la noche. Siempre tomando las medidas de precaución adecuadas, por supuesto. A nosotros nos ha encantado, Cristian y El Bombi ya habían hecho alguna nocturna, pero el resto no y terminamos con ganas de más. ¡Así que habrá que ir pensando en la próxima!
Vamos ya si señor solo faltó cerrar el Timón Holandes o no lo sé porque no pude ir a tan magno evento. La próxima no me la pierdo. Gran reportaje gráfico como siempre del maestro Moisele. Nos vemos Perdedores.