A veces pasa que la ruta sale chula sin más. O puede ser que dependa más de la aptitud de uno mismo que del recorrido en sí, vete tú a saber. La cosa es que hemos pasado el puente del día del trabajador y de la Comunidad de Madrid en la casa de Navalperal de Pinares y el domingo (30 de abril) yo pretendía madrugar para explorar parte del recorrido de la próxima BiciCoa pero no puse el despertador y me levanté tarde para lo que quería hacer así que salí a dar una vueltita sin muchas pretensiones. Simplemente hacer un poco de ejercicio para completar el reto semanal de Generali Vitality ¹.
Total, que salí en dirección a Navalperal de Pinares para recorrer, si acaso, un trozo de la «Ruta de Casasola», señalizada estupendamente por el ayuntamiento, que ya hiciera en su día. En un momento dado veo un cartel que indica hacia un «mirador estelar». Imposible resistirse, así que me encamino hacia allá.
Me encuentro con una pista de cemento («subida de hormigón Molinetas» se llama el segmento en Strava) que pica para arriba que no veas. Ya sabemos lo que toca: molinillo, paciencia, disfrutar del entorno (un robledal precioso) y distraerme escuchando el podcast de BiciLab (muy recomendable).
Veo un cartel que indica «aparcamiento del mirador estelar»… pero no veo cerca el mirador. Mirando a lo alto consigo ver un cercado de madera en lo alto de un risco y entiendo que debe de ser lo que busco así que me dirijo hacia allá rodeando el promontorio campo a través porque no veo camino que me lleve hasta arriba. Cuando llego descubro que no se trata del mirador estelar sino de un mirador de la Sierra de Gredos, el mirador de la Reneja.
Me entretengo un ratito mirando los nombres de los picos que recoge el cartel explicativo ligeramente vandalizado, como no. ¿Quién se viene hasta aquí a rayar la cubierta de metacrilato de un cartel? En fin..
A los pies del mirador veo que hay un chozo de pastores y algo más abajo, el mirador estelar. Tenía que haber seguido rodando unos pocos de metros más por la pista y lo hubiera visto sin necesidad de subirme al cerro. Bajo caminando entre las retamas hasta el chozo. Mola mucho.
Me meto dentro, naturalmente, y me gusta ver lo bien conservado que está. Es minúsculo, no creo que yo cupiera tumbado. En una esquina, unas cuantas piedras en el suelo delimitan «el hogar», aún con cenizas de haber sido usado quién sabe cuando. Frente a la puerta, una piedra hace las veces de asiento. En la otra esquina, leña seca.
Y apenas a unas decenas de metros, el mirador estelar. Otro cercado de madera con mesas, bancos y cartelería.
Tiene que hacer una rasca y un viento aquí por la noche que te digo yo que las estrellas van con bufanda.
Para no hacer la vuelta por el mismo sitio que la ida decido improvisar un poco y recorro la Ruta de Casasola en sentido contrario. Una bajada por pista rota me hace ponerme alerta. La RCZ es buena para subir pero no me genera nada de confianza bajando: la Rocket Ron delantera no me da seguridad, la ausencia de doble suspensión penaliza, la geometría tirando a «clásica», la ligereza que le resta aplomo… pero me divierto.
Y lo mejor de estos días que uno sale a montar en bici en ayunas es, naturalmente, el desayuno. Una ristra de croissants de pura mantequilla que hicieron, seguro, que el balance de calorías ruta/desayuno saliera a deber. En fin, son cosas del día a día con las que hay que convivir.
Cómo molan estos días que sales en bici sin un objetivo claro y acabas descubriendo tesoros a tiro de piedra de casa. Anda que no habrá cosas que no haya visto aún. ¡Habrá que seguir explorando!