Podríamos decir que…
Hay veces que las rutas molan por el recorrido en sí. Hay veces que molan por la compañía y hay otras veces que molan por ambas cosas. Y estas son las mejores, evidentemente. El pasado domingo 23 de abril tuvimos la suerte de disfrutar de una de estas últimas, una ruta entre Guadarrama y Valmayor. Y a pesar de mis reiteradas protestas, queridos compañeros de ruta, sabed que la disfruté muchisísimo, podéis estar seguros. Además celebro volver a hacer una ruta con Ángel tantísimos meses después, ya casi, casi recuperado de la grave lesión sufrida en su rodilla. Aún le falta un puntito, pero lo peor ya está superado. ¡Es un hecho que tenemos que celebrar!
Total, que durante la semana estuvimos hablando de quedar el fin de semana para salir de ruta porque hacía tiempo que no nos juntábamos unos cuantos. Y siendo que el sábado había otros compromisos y que daban lluvia a primera hora (poco llovió para la falta que hace) fijamos el domingo para juntarnos y salir con la bici. Hacía tiempo que no íbamos a la sierra y Lude y yo pensamos que era una buena oportunidad para visitar a los amigos de Guadarrama y a las 8:30 ya estábamos listos en casa de Jaime.
Ya el sábado…
Corría una brisa muy fresquita y nos vino bien el café que nos tomamos. Nos calentó un poco el cuerpo. Enseguida llegó Ángel para alegría de Sergio y mía, que no le esperábamos, con su preciosa Cannondale de 26″ con horquilla fatty. Al parecer su bici «titular» está fuera de servicio porque de estar tanto tiempo sin usarse las cubiertas se han destalonado. Jaime, Natalia, Simón y Diana completarían la participación guadarrameña y el Bombi, que se apuntó el sábado a última hora también para alegría de los participantes, cerraría la convocatoria. En total 8 ciclistas acudimos a la cita, nada mal.
Ya le dije yo a Jaime que íbamos a verles para que nos sacaran de ruta pero que no nos prepararan una de las que están haciendo últimamente. Nada de mil y pico metros de desnivel que llevo sin montar en bici en serio desde el reto de los 100 kilómetros y además tengo abstemia primaveral (cualquier excusa me vale). Así que buscamos la opción más llana posible: desde Guadarrama al embalse de Valmayor en un recorrido semi-circular, ya que parte del mismo comparte ida y vuelta pero otra parte es un anillo.
La primera parte del recorrido es eminentemente descendente, hasta el embalse, y la segunda mitad al revés. Y el ritmo es «alegre» desde el principio. Rodamos en dirección Collado Villalba, dejando Alpedrete a nuestra izquierda. Después de rodar un poquito por la Cañada Real Segoviana salimos a la derecha para tomar el camino de Navalquejigo y tras cruzar con talento la carretera de Las Rozas a El Escorial (M505) hacemos la primera paradita de la mañana para visitar la Ermita de Nuestra Señora de la Soledad y echar una fotito en su mirador.
Una vez en el embalse, toca rodar por senderos divertidísimos durante un buen rato. Lo mejor de la ruta, sin duda alguna. Me encumbro siendo capaz de superar sobre la bici obstáculos que el resto tiene que subir caminando. Y es que, perdona que te diga, si cuando uno la caga se le asignan puntos de perdedor, cuando las cosas se hacen bien también hay que decirlo, que de estos pequeños premios se alimenta el orgullo ciclista del globero perdedor. En uno de estos puntos, una cuestarraca de las de subir a molinillo total, Diana confiesa haberse caído. Nadie la vio, no hubo testigos, pero suma puntos perdedor igualmente.
Enlazamos con la conocida Senda de los Arroyos. Divertidísima, como siempre. El Bombi aprovecha para, literalmente, atravesar una encima en formato arbusto. Iba mirando para atrás y cuando se quiso dar cuenta la encina apareció delante suya sin luces de emergencia ni nada. A pesar de no haberse caído es tan triste esto que convierte al Bombi en digno merecedor de puntos perdedor. Al final remontamos hasta la altura de las vías del tren, pasamos por encima de las mismas por el puente y llegamos al también conocido camino de las siete cancelas. O las siete «gacelas», como pensaba Natalia que se llamaba (recordemos que es rusa y aunque habla muy, muy, muy bien aún se le escapan algunas cosillas). Pues qué quieres que te diga… siete «gacelas» mola más que siete «cancelas».
No atravesamos las siete puertas, solo un par de ellas porque tomamos un desvío a la izquierda que nos lleva (atravesando la dehesa, que para lo poco que ha llovido está preciosa) hasta el Camping de El Escorial. Toca llanear un buen rato por pista en buen estado y conseguimos hacerlo con facilidad por encima de los 20 km/h. El grupo se estira y, extraño, yo estoy en el grupo de cabeza. Cerramos el anillo y giramos a la izquierda para volver a Guadarrama por el mismo camino por el que hemos venido. Pero el peor amigo del ciclista hace su aparición: el viento. Nos pega de cara y es molestísimo. Nos acompaña hasta el final de la ruta, cada uno lo combate como puede pero todos pasamos un rato malo tratando de mantener una media de velocidad digna con tan incómodo acompañante negándonos el avance.
Y para terminar…
Pero llegamos, claro, tras 2 horas y 45 minutos de divertidísima ruta. Y como es buena hora nos sentamos en una terraza al sol a disfrutar de unas merecidas cervecitas que nos saben a gloria. Comentamos lo acontecido. Y también lo que está por venir. Es en ese momento exacto, cuando te da el solecito en la cara, tienes un doble de cerveza en la mano y estás rodeado de amigos cuando te das cuenta de que te ha merecido la pena levantarte un domingo a las 7:00 para salir en bici. Te das cuenta de la suerte que tienes por ser ciclista. Y esperas que la salud te permita disfrutar de muchísimas más de estas.
¡Estoy deseando que llegue la próxima!
Clasificación de Puntos Perdedor 2023