Y como quien no quiere la cosa, tras siete días de pedaleo completamos nuestro recorrido yendo de Tulln a Viena por el Danubio.
Recuerda que esta es una entrada de una serie de 11 sobre nuestro viaje al Donauradweg a su paso por Austria. Puedes usar la primera entrada como índice para leer en orden.
Con una sensación rara, mezcla de alivio y de pena nos levantamos el 18 de julio de 2023 en el hotel de Tulln dispuestos a completar la última de las siete etapas de nuestro plan.
El último madrugón. Los últimos 40 kilómetros. Vamos a ver qué tal se nos dio.
¡Vamos al lío!
Creo que esta fue la única etapa donde nos pusimos a pedalear en ayunas. No teníamos desayuno en el hotel y como estaba a las afueras tuvimos que rodar hasta el pueblo para poder encontrar una cafetería. En vez de ir todo el rato por el Donauradweg nos metimos por un parque que, además de recortar camino, María había fichado el día anterior. Y fue una buena idea. Nos perdimos un poco (culpa mía de nuevo) pero el paseo fue bonito, por la sombra, recorriendo el parque. Ya lo he dicho varias veces, los austriacos tienen una sensibilidad especial para cuidar de los entornos naturales.
En la misma plaza había una cafetería con gran variedad de tartas y bollos. Todo con tan buenísima pinta que nos costó decidir qué comer. Así que cogimos de todo un poco y compartimos. Incluida la famosísima tarta Sacher.
Nos ponemos en marcha
Después del desayuno comenzamos la etapa de verdad. Enseguida pasamos junto al lago donde tan buen rato pasamos la tarde anterior y tuvimos que hacer un esfuerzo porque el manillar de la bici, sin nosotros casi poder controlarlo, hacía por girar hacia la puerta del recinto misteriosamente. Pero fuimos fuertes y vencimos la tentación. ¡Pusimos rumbo a Viena!
Una cosa te digo. Hay mil carteles a lo largo del recorrido que te señalizan por donde ir y te indican en muchos casos los kilómetros que quedan para llegar a las localidades más importantes. No te fíes mucho de las distancias que marcan porque creo que el austriaco que las calculó se había cascado varias cervezas ese día. Lo mismo te dicen que te faltan 25 kilómetros para llegar a un punto y en la siguiente señal ves que marca 30. Nos pasó en varias ocasiones y generalmente para desesperación de la muchachada. Así que lo mejor saber de antemano la distancia a cubrir y llevar tu cuentakilómetros, GPS o equivalente para ir viendo tú el avance.
Me pasó lo mismo que la etapa anterior. Creía que sería una etapa fea, de rodar sin mirar mucho alrededor y esperándome ver polígonos industriales y sitios feos. Pero para mi sorpresa el paisaje merecía la pena. Rodando ahora por zonas amplísimas con el río, claro está, como absoluto protagonista, no era desagradable el paseo hasta Viena.
Últimos kilómetros
Incluso tuvimos la ocasión de ver algún edificio bonito. Aunque, si te soy sincero, teníamos la cabeza puesta en llegar a Viena.
Pero como íbamos muy bien de tiempo y en cualquier caso no podíamos entrar en los apartamentos antes de las 13:00 hicimos una paradita para tomar un helado. El sitio no era especialmente bonito pero para un refrigerio rápido sirvió estupendamente.
Enseguida vimos aparecer los primeros edificios altos. Era Viena. Ya estábamos.
Después de siete días y unos 340 kilómetros de calor, de mucho sudor, de muchos bocatas y algunas cervezas, de varias quemaduras del sol de diversa gravedad, de madrugones, de dolor de culo (sobre todo en mi caso), de algunos momentos tensos y, sobre todo, de mucha, mucha, mucha, mucha, mucha diversión llegamos a Viena. Ahí estaban los nueve mejores cicloturistas del mundo (en nuestra cabeza, puedes creerme, que así era) dando las últimas pedaladas antes de entrar en la gran capital austriaca.
El segundo incidente mecánico se produjo subiendo una pasarela para pasar de un lado a otro de un canal del Danubio. Nada grave, un chupado de cadena en la bicicleta de Andrés. En cuanto a averías hemos tenido mucha, mucha suerte. Eso y que las bicis estaban bien mantenidas.
¡Ya está!
Llegamos a la tienda de bicicletas con una sonrisa en la boca.
Y nos abrazamos.
Y se acabó nuestro recorrido por el Donauradweg.
Y quiero pensar que desde entonces fuimos un poquito mejores.
El resto del viaje no tiene relevancia desde el punto de vista cicloturista. Fuimos en metro a los apartamentos, comimos, descansamos y disfrutamos de un par de días de turismo por Viena. Tampoco voy a descubriros las virtudes de esta ciudad tan impresionante.
Hay algunas cosas que podríamos haber hecho mejor pero hay muchas cosas que sin duda hicimos bien. Otras cosas no las sabíamos y las descubrimos sobre la marcha. Para recapitular sobre todo esto hemos escrito una última entrada de esta serie, la que corresponde con las conclusiones, lecciones aprendidas. Espero que te sea útil.