Si el fin de semana anterior la ruta no nos salió bien, el pasado domingo 7 de marzo escribimos una bonita página con letras de oro en la historia de nuestra coqueta comunidad subiendo al Alto del León. Dejad que os lo cuente desde el principio y con pelos y señales que merece la pena dejar bien documentada la ruta y sus pormenores porque disfrutamos como niños pegándonos una paliza histórica con sabor a victoria.
Viendo a Jaime disfrutar de salidas en bicicleta por La Jarosa, llevaba yo un tiempo barruntando la posibilidad de acercarme a Guadarrama a salir en bicicleta con él y tras proponerlo en nuestro grupo de Whatsapp Miguel y Ángel no dudaron ni un segundo en apuntarse. Les seguiría Simón, también residente en Guadarrama, y la noche de antes y la misma mañana el Bombi y Jesús.
Puntuales a la cita llevamos al lugar de inicio acordado a las 9 de la mañana y procedemos a sacar las bicis de los coches o bajarlas de los portabicicletas. El día está fresco y la previsión da un pequeño porcentaje de probabilidad de lluvia. Pero no hace viento, de manera que la sensación térmica es agradable para montar en bicicleta. Comenzamos razonablemente bien abrigados sabiendo a ciencia cierta que según vayamos ascendiendo la ropa nos iba a sobrar sin duda porque el objetivo de la mañana es subir hasta el Alto de El León, a 1.511m (nos encontrábamos a 973m en el punto de salida) y que separa la Comunidad de Madrid de la provincia de Segovia.
La ruta que propongo durante la semana tras una rápida búsqueda en Wikiloc es una compartida por el usuario David3C y que saliendo de Guadarrama en dirección norte llega al Alto del León por el Camino de los Lomitos, al norte del puerto, para bajar luego por los pinares de La Jarosa. Ángel y Jaime, con buen criterio, proponen hacer la ruta en sentido contrario porque, además de ser más suave, es más ameno subir (sufrir) disfrutando de la belleza del entorno que nos ofrece la Jarosa.
Comenzamos a dar pedales con puntualidad por el casco urbano de Guadarrama en sentido suroeste y enseguida comenzamos a ascender. Al llegar a la altura de la A6 giramos a la derecha para rodar en paralelo por un sendero salpicado de charcos y de barro que nos salpican las bicicletas y nos lleva hasta la carretera que sube desde Guadarrama a La Jarosa pasando junto a la depuradora. Enseguida se forman dos grupos, como era de esperar. Los más fuertes imponen un ritmo que los más flojeras no podemos seguir y es así como el Bombi, Miguel, Ángel y Simón se separan poco a poco y Jesús, Jaime y un servidor seguimos subiendo al tran-tran sabiendo que no debemos cebarnos porque quedar muchísimo por subir, acabamos de empezar.
Giramos en la presa y como ya hemos calentado la ropa empieza a sobrar. Los del vagón de cola hacemos una parada técnica para aligerarnos de ropa y un ciclista que iba solo nos pregunta qué ruta está bonita de hacer por aquella zona. Le recomendamos hacer la ruta del agua que ofrece unas vistas impresionantes sobre el embalse pero nos propone acompañarnos porque le parece más divertido compartir ruta y, como no, aceptamos y así es como Joaquín y su flamante e-bike se unen al grupo.
Rodamos por la carretera que bordea la orilla y llegamos con velocidad hasta el segundo restaurante, donde los compañeros nos estaban esperando. A esa hora de la mañana ya había muchos coches aparcados en todos los aparcamientos habilitados. Quien más, quien menos echa una meadilla y presentamos a Joaquín al resto del grupo.
Seguimos ascendiendo por el «Barranco de los Lobos», girando a la derecha en diagonal poco después de dejar atrás el segundo restaurante de la Jarosa, tras pasar por la barrera. Según el mapa, el camino de la calle del Álamo. A nuestra izquierda, el arroyo que lleva muchísima agua como todos los que nos encontraremos. El lugar es impresionante, merece la pena rodar sin prisa y levantar la vista del manillar para guardar recuerdo de todo.
Como sería la tónica habitual de la ruta, no tardamos en volver a separarnos en dos grupos. Pero es solamente una cuestión de ritmo, los del grupo de atrás no vamos mal. Somos prudentes, si pretendemos subir al ritmo de los primeros no llegaremos arriba, eso está claro, así que nos marcamos nuestro ritmo y avanzamos sin prisa pero sin pausa. Después de cada repecho importante, nos reagrupamos. Si merece la pena, echamos una foto y el que lo necesita aprovecha para comer algo. La paradoja de funcionar así es que los que llegan primero tienen mucho tiempo para descansar esperando a los que llegamos detrás aunque no lo necesiten. Los que llegamos los últimos apenas tenemos tiempo de descansar porque los de antes se quedan fríos y hay que seguir… Es la triste vida del ciclista lento.
Las primeras rampas duras hacen su aparición y cada cual las gestiona como puede. Yo, tirando de corona de 50 dientes, que para eso la puse, soy capaz de subir con razonable éxito aunque en algunos tramos con las pulsaciones por las nubes. Un par de «Z» nos ponen en nuestro sitio pero pasado el mal trago un tramo de llaneo nos permite coger aire. He pasado muy mal rato porque, no sé si os ha pasado alguna vez a los lectores varones, que el envoltorio de serie de vuestros atributos masculinos se medio-enreda haciendo un pliegue raro con la badana de manera dolorosísima porque vas sentado sobre dicho pliegue.
Pues por culpa de eso las pasé putísimas…y no quise parar para poner solución (tan fácil como recolocar determinados elementos) porque si me paro me condeno a terminar de subir a pie… y quería evitarlo. Pero como no hay mal que cien años dure, superamos el tramo chungo y hacemos una nueva parada que Jaime aprovecha para quitarse ropa y yo para echar una meadita, solucionar mi problema íntimo y tomarme un gel, que buena falta me iba a hacer.
Seguimos nuestro camino ascendente. Llevamos unos 11 Kilómetros cuando conseguimos llegar a una pista asfaltada tras una rampa muy dura que remata una cuesta que también se las traía.
La subimos a base de riñones y maldiciendo. Las malas lenguas dicen que llevamos aproximadamente la mitad y la paliza ya es significativa pero rodando por la pista se avanza mejor y como ya estamos a cierta altitud el recorrido empieza a premiar nuestro esfuerzo con vistas muy chulas del valle. Pena que el día no esté especialmente claro.
La pista asfaltada tiene tramos de descenso que nos ayudan a descansar pero sabiendo que luego tendríamos que volver a subir no te creas que la sensación es demasiado agradable. Engordar para morir. Dejamos el asfalto por un camino de tierra que sale a la derecha en dirección norte y el terreno vuelve a picar hacia arriba. Llevamos 16 Km y ya vemos la luz al final del túnel. Con poco esfuerzo más llegamos a las instalaciones militares y de ahí al aparcamiento del asador es un dulce dejarse caer para saborear las mieles del éxito. ¡Conseguimos subir!
Nos despedimos de Joaquín, que tiene el coche en la presa de La Jarosa. No le sale a cuenta seguir con nosotros para luego volver a subir desde Guadarrama así que se da media vuelta para tomar alguno de los atajos que le ha ido explicando Ángel para llegar al aparcamiento. ¡Joaquín, si estás leyendo esto, gracias por acompañarnos!
Reconozco sentirme orgulloso. Siendo honestos lo que hicimos no es una proeza (ni mucho menos) desde el punto de vista del ciclismo de montaña pero relativizando tengo que poner en valor que nunca antes había ascendido 800 metros en 20 kilómetros ni en la más dura de las rutas que he hecho en mi vida. Así que… ¡Qué coño, me siento el campeón del mundo!
Menudo olor a carne a la parrilla que salía del asador. Nota mental: venir algún día a comer con fruición.
Pero se acabó el sendero y volvimos a la pista. Fue el único sendero del recorrido y lo guardaremos en nuestra memoria para siempre. Volvemos a rodar por pista, por el Camino de los Lomitos, primero bajando pero, sorpresa, de pronto el terreno vuelve a ser ascendente. Que me devuelvan mi dinero. En esta ocasión engancho con el grupo de cabeza y consigo llegar con entereza al siguiente punto de encuentro. Lo que queda, ahora sí de verdad de la buena, es bajar y bajar y bajar.
Llegaron a caernos cuatro gotas pero apenas durante unos minutos. Tuvimos suerte. La primera bajada fue a saco por pista. Bastante peligrosa, si os digo la verdad. Strava me marca una velocidad máxima de 51,5 Km/h y fue en esa zona. Con algo de piedra suelta y curvas en herradura la pista invitaba a correr pero cuidadito con cometer algún error que el ostiazo podía ser de los buenos. Lo salvamos, por mezcla de suerte y talento.
Pasamos por debajo de la vía del tren y me congratulo de hacer cuesta abajo un recorrido que habitualmente me mata cuesta arriba. Es como una especie de venganza personal contra el terreno. Del todo absurdo, lo sé, pero me alimento de estas pequeñas gilipolleces.
También tenemos que reagruparnos cuesta abajo y fue en ese momento, al parar, que a Jaime le da un tirón en el cuádriceps. Este Jaime siempre tiene que dar la nota.
Alerta de spoilers: esa fue la única incidencia de toda la mañana (bueno… y lo que os he contado antes de mi huevera… ambas cosas menores).
El resto de la ruta no tiene gran cosa que destacar: nos dedicamos a rodar cómodamente cuesta abajo esquivando charcos. El Bombi se empeñaba en pasar por charcos junto a Miguel que tiene fobia a mancharse para chincharle. Ya en Guadarrama nos despedimos de Simón alegrándonos de haber compartido con él una ruta tan bonita y esperando volver a juntarnos lo antes posible.
Y así, felizmente. llegamos a los coches a las 13:00, cuatro horas después de nuestra salida y con las piernas cansadas pero con una sonrisa en la boca. Todo había salido a pedir de boca: sin averías, sin caídas, sin pájaras mortales. Nos despedimos de Jesús, que no podía quedarse al tercer tiempo. El resto pudimos tomarnos un par de rondas justo antes de que empezara a chispear y tuviéramos casi que salir por patas.
Esta ruta es de las que permanece en la memoria (individual y colectiva). Sobre todo por haber sido capaces de juntarnos unos pocos amigos y vencer el desnivel que proponía el recorrido con dignidad torera. Y sin echar pie a tierra. Con cansancio y esfuerzo pero sin sufrimientos extremos. Con compañerismo (eso nunca falta), risas y buen rollo, que también son denominador común de todas nuestras rutas. Y con ilusión para preparar la próxima, ahora que somos campeones del mundo de Mountain Bike (yo al menos, desde el domingo, todavía lo soy).
Contenido extra: más de 17 minutos de bajada razonablemente trepidante para deleite de los amantes de los planos subjetivos.
Genial post, como siempre!
Fantástico relato. Fue un placer que me dejarais rodar con vosotros, lo pasé pipa. Un abrazo y hasta la próxima.
Me alegro de que lo pasaras bien. Para nosotros fue una ruta que difícilmente olvidaremos!! Un abrazo!