¿Cómo definir a Miguel? Si os digo la verdad no sé ni cómo empezar a escribir de Miguel en esta serie de Ilustres perdedores. Son tantas las cosas buenas que tiene… Y tantas las cosas «malas». Valga el dato de que por su culpa este blog tiene el nombre de Perdedores BTT. Se debe a un personaje imaginario pero perfectamente verosímil inventado a medias por ambos y referido incontables veces en nuestras conversaciones por chat en los largos días (y noches) de trabajo de oficina que compartimos.
Considero a Miguel un tío bastante… Particular, con un sentido del humor fuera de lo común y con las ideas muy claras. Pero que tenga las ideas claras no quiere decir que sean buenas ideas, ojo. En su «haber» pondremos la pasión que pone en las cosas que hace. En el «debe», por contra, que esta pasión en ocasiones se convierte en ansia viva.
Dejadme aplicar un ejemplo ciclístico para ilustrar el argumento anterior: tras meterle (o devolverle) el gusanillo por el ciclismo de montaña (yo diría que los culpables fueron más Juancar y Jaime que yo) Miguel decidió ceder a las visitas su antigua BH Top Line y comprarse una bicicleta nueva. En cuestión de horas habíamos revisado todas las opciones que ofrecían las distintas páginas de venta de segunda mano de Internet y esa misma semana nos desplazamos desde Madrid a Talavera de la Reina porque había apalabrado la compra de una Corratec Superbow preciosa y a un precio estupendo.
La bicicleta se vino de vuelta a Madrid con nosotros… Para pocos meses después ser sustituida por su actual Orbea Alma comprada también de segunda mano a un particular 100% online… Para a continuación cambiarle la mitad de los componentes. Sin duda era algo necesario, como diría él.
La cosa es que la Orbea Alma es una bicicleta excelente y Miguel disfruta mucho con ella… Cuando reúne la fuerzas suficientes para vencer la pereza y salir a montarla. Y es que nuestro querido amigo tiene un trauma como consecuencia de un gripazo que le tuvo unos pocos días en cama y que cogió por no abrigarse debidamente una mañana que salimos a dar una vuelta por la Casa de Campo. Fue incapaz de llegar a casa y tuvo que recogerle el coche escoba (bueno… su mujer en este caso). Desde entonces el siempre dispuesto Miguel se lo piensa dos veces antes de vestirse de ciclista un sábado o domingo por la mañana si el tiempo no acompaña. Prefiere quedarse calentito en la cama y jugar con la videoconsola, otra de sus grandes aficiones.
Compensa esta falta de actividad física al aire libre con buenas palizas en el gimnasio. Así, aunque no se apunte a las rutas, cuando coge la bici siempre está en forma el c****ón y bajo su grito «a tope aunque me dé una aneurisma» se pone a subir a un ritmo que no hay quien lo pille. Cuesta abajo la cosa cambia. ¿Cómo decirlo sin que parezca que le estoy llamando cagón? Digamos que le tiene respeto a las bajadas. Es solamente una cuestión de confianza porque la técnica la tiene (aunque no lo sepa).
Profundizando en el aspecto puramente bicicletil no sabría definiros exactamente qué tipo de ciclista es Miguel. Así como a la mayoría de los perdedores los defino como ruteros que vamos más pendientes del paisaje que del rendimiento (con la excepción de Juancar y en ocasiones de Jaime).
En cuanto a equipamiento le gusta lo mejor… Y se compra lo mejor de las tiendas chinas. En cuanto a sus preferencias a la hora montar no sabría especificaros. Lo que pida el cuerpo. Eso sí, dos cosas están claras: es un ciclista social, esto es, sólo una vez me consta que haya salido de ruta él solo. La otra cosa clara es que aunque tiene el último modelo de medidor de frecuencia y cuentakilómetros no comparte las mediciones, no es un ciberciclista obsesioado con su rendimiento. En definitiva, para Miguel prima la diversión sobre la bicicleta que el sufrimiento puro por entrenar y mejorar tiempos. Y esto se lo apunto en el «haber» porque me gusta que así sea.
Y para terminar mi particular homenaje a Miguel (aunque sinceramente no sé si estoy dejándole como un pamplinas, no quisiera dar esa impresión) me gustaría recordar un par de anécdotas que ilustran que es un perdedor nato y por ende lo importante que es para este pequeño grupo de amigos.
La primera es cuando partió uno de los tornillos que fijan el sillín a la tija en el punto de la ruta más alejado de la civilización. Tuvo que hacerse media ruta con un sillín improvisado fabricado con cámaras de recambio, una botella de coca-cola que encontramos tirada en el camino y una bolsa de nylon que casualmente llevaba Raúl en su mochila. Su trasero nunca se lo perdonará, pero todavía nos reímos recordándolo.
La segunda de las grandes cagadas de Miguel fue durante la BiciCoa’15. Su rueda delantera tubelizada perdía y perdimos una hora tratando de arreglarla hasta que Jaime cogió el toro por los cuernos y le puso una cámara. Esto no lo recordamos con tanta simpatía, fíjate.
En cualquier caso y a modo de conclusión para que quede buen sabor de boca y no una errónea impresión de que ese hombre es un mamarracho, no se me ocurre mejor compinche de cañas y con todas sus peculiaridades no cambio a nuestro Miguel por nada del mundo.
Que hagamos muchas rutas más juntos y que nos sigamos riendo con tus disparates, Miguel, ilustrísimo perdedor.