Vamos a empezar la crónica de la BiciCoa 2019 con un vídeo, para que veas que hay nivel y medios técnicos.
Sirva el vídeo como titular, los Perdedores celebramos el pasado sábado 15 de junio la sexta edición consecutiva de nuestra tradicional BiciCoa y batimos varios records: de participación, desnivel positivo acumulado y de metros de restregón contra el suelo como consecuencia de una caída.
Vayamos por partes para reportar todo en detalle. En primer lugar hablemos de los participantes.
Este año, aún habiendo faltado amigos, hemos sido doce ciclistas los que hemos acudido prestos a la cita. Mi primer agradecimiento para todos vosotros, queridos amigos, por pegaros un buen madrugón un sábado para participar de este día. Bueno… alguno ya hace noche en mi casa para dormir un par de horas más. Y me da a mi en la nariz que el año que viene serán más los que se decidan por esta opción.
El Bombi es un «1» en la quiniela, no se ha perdido ninguna de las ediciones. No se concibe la BiciCoa sin su presencia. Siempre con buen punto de forma estaba claro que iba a estar en las posiciones de cabeza, por eso montaba un GPS con la ruta, que previamente distribuí, para que cuando el pelotón se fuera alargando todos supieran el recorrido.
De Gualter os hablé por primera vez en la entrada anterior, la crónica de una ruta por El Pardo en la que… sufrió alguna que otra caída. Es un «reenganchado» a este deporte y lo ha cogido con ganas. Emana «perdedorismo» por todos los poros y por eso me encanta que aceptara desplazarse hasta Las Navas del Marqués para acompañarnos en este día tan especial para nuestra pequeña comunidad.
Jaime acabó siendo posiblemente el protagonista de esta edición de la BiciCoa. Tuvo una fuerte caída por suerte con consecuencias leves. Es un viejo y buen amigo de muchos de los Perdedores, pero no se habían dado las circunstancias necesarias para que se uniera a nosotros en alguna ruta. Esperemos que a partir de ahora esas condiciones se produzcan con más frecuencia, pero sin repetir la caída, que no hay necesidad. Me declaro desde aquí, públicamente, admirador del pundonor de Jaime. La ruta fue dura, infinitamente más dura que las rutas que él hace por Guadarrama, la localidad donde reside, y dio la talla con creces. ¡Olé tú!
El otro Jaime, el perdedor original, acudió junto a Susana (la primera de los Ilustres Perdedores) y su pequeño Mateo a pesar de la distancia, y eso es de agradecer. Desde hace una buena temporada Jaime no ha tenido ocasión de salir con frecuencia en bicicleta y la inactividad ciclística le pasó factura. Más aún, estando con la garganta seriamente afectada por una infección. Aún así, el que es fuerte es fuerte y no hay mejor compañero en caso de incidencia, como a la hora de cambiar la cubierta de Gualter o de remolcar por unos metros a Jaime como explicaremos más adelante.
De mayor quiero ser como Jesús, ya lo he dicho algunas veces: montar en bicicleta de año en año y tener lo que hay que tener para terminar la ruta con cierta dignidad. Y tener además los santos cojones de no quitar el soporte de la sillita de la niña añadiendo dos kilos extra a la bici. Mi ídolo. Jesús, desde aquí te insto a organizar (ya para otoño) una salida por Moralzarzal como aquel día que tanto frío hacía y tan bien nos sentó el cocido después.
Miguel, otro de los eternamente en forma, no decepcionó y encabezando el grupo salió por delante del manillar en una bajada de apenas cinco metros pero «con trampa». Afortunadamente sin consecuencias. Habiendo renovado la ilusión por este deporte tras la adquisición de su flamante Orbea Oiz y habiendo terminado la temporada de nieve, otra de sus grandes aficiones, Miguel disfrutó del recorrido de esta BiciCoa 2019 de principio a fin… o eso creo porque dejé de verle en el kilómetro 15.
Pablo se presentaba sin haber montado en bicicleta literalmente en dos años. No participó de la BiciCoa 2018 así que su última actividad ciclística se remonta a 2017. Aun así supo gestionar las fuerzas para llegar al final de la ruta de una pieza. Eso sí… su culo tardará un tiempo en olvidar la dureza del sillín de la bicicleta que le dejé. Ni el mejor culote del mundo te libra del dolor de culo cuando hay falta de costumbre.
Christian, el primo, acudía a su tercera BiciCoa con enorme ilusión. Ya completamente integrado en el grupo, «predica» la disciplina perdedora entre sus compañeros habituales de ruta, sus amigos de Alcalá de Henares y alrededores. Haciendo las veces de reportero grabó muchos momentos para documentar debidamente esta sexta cita anual, material que hemos utilizado para documentar esta entrada y hacerla un poco más amena. También está pendiente una visita perdedora a rutear por el parque natural de Alcalá, con el primo como guía. Todo se andará.
Raúl también decía que venía de montar muy poco en bici pero lo que diga Raúl a ese respecto no cuenta porque todos sabemos después de muchos años que si quiere va a subir de los primeros y sin duda va a bajar de los primeros independientemente de que diga que está flojo. Y así fue, como era de esperar. Otro que se subió al carro de hacer noche el viernes para madrugar menos el sábado, en este caso durmiendo en su furgoneta camperizada junto a Jon, su pequeño, gran promesa de la cantera perdedora.
Sergio, otro que tal baila. Estoy empezando a pensar que entre los perdedores hay muchos que cuando salían de un examen se lamentaban de que les había salido muy mal y luego sacaban de 8 para arriba… porque Sergio también decía que no había tenido mucho tiempo para montar en bici en los últimos meses y en cambio subía que daba gusto verle. Él lo negará, por supuesto, pero ahí estaba el tío son su capacidad de sufrimiento intacta por mucho que pasen los años.
Y para terminar con la retahíla de perdedores, un servidor afrontaba esta sexta edición con tremenda ilusión, más aun siendo que me perdí la del año pasado (la Bici, no la Coa) por estar convaleciente de una operación de apendicitis. Tengo que reconocer que me encuentro en uno de mis mejores momentos de forma, modestia aparte y salvo un buen dolor de culo por estrenar sillín se ve que el estudio biomecánico que me hice recientemente y del cual escribiré una entrada próximamente y las sesiones de rehabilitación han evitado que el maldito dolor que sufría con recurrencia en la parte anterior de las rodillas me asaltara en tan importante jornada, de manera que muy contento con mi rendimiento y muy motivado para preparar la Talajara 2019… pero ya tendremos ocasión de hablar de eso.
No me olvido de Juancar, de José Ángel, de Néstor… Hay años que se puede y otros que no. ¡El que viene lo volveremos a intentar!
Cerrado el capítulo de los ciclistas, hablaremos ahora un poco del recorrido. Me gusta cambiarlo de un año a otro, aunque irremediablemente repitamos tramos. En esta edición «pinté» el track con Wikiloc buscando buena proporción de senderos de descenso, como hace un par de años. La bajada al valle desde Las Navas del Marqués es la mejor opción que conozco… aunque luego supone una buena tanda de kilómetros cuesta arriba para recuperar la cota original. Tras enseñarle el track a un compañero de oficina natural de Las Navas, también aficionado al ciclismo de montaña, me recomendó un par de cambios que no dudé en aplicar: toda la bajada al valle la haríamos por el lado derecho del arroyo del corcho, entre árboles, rodando por un entorno mucho más atractivo.
Wikiloc arrojaba sobre el papel casi 660 metros de desnivel positivo en algo menos de 33 kilómetros… sin duda la edición más dura hasta ahora de las seis BiciCoas y un reto para muchos de nosotros, para mí el primero. Especialmente el último repecho, con unas rampas infernales de hasta el 29% tras más de 10 kilómetros seguidos de subida. Pero bueno, siempre se podía echar pie a tierra, de eso sabemos bastante los perdedores.
De manera que con relativa puntualidad y tras la sesión de fotos de rigor, que todo tiene que quedar debidamente documentado para la eternidad de Internet, nos pusimos en marcha. La primera parte del recorrido era prácticamente llana, me gusta prepararla así para calentar las piernas y echar ratitos de charla, que muchos de nosotros hace tiempo que no nos vemos y hay que ponerse al día.
El tiempo acompañaba. Otros años hemos pasado muchísimo calor.. y el año pasado, por evitarlo, organizamos el evento en mayo y pasamos frío. Este final de primavera de 2019 está siendo benévolo y no haciendo ni frío ni calor gozamos de una temperatura perfecta. Algo fresca a primera hora. Muchos de nosotros optamos por llevar una manga larga y/o chaleco cortavientos. Pero al principio de la ruta al sol se estaba estupendamente y si no que se lo digan a estas amigas que nos encontramos camino de Las Navas del Marqués, a solo 3 kilómetros del punto de salida.
De manera que dando el aviso pertinente, el resto de compañeros nos esperaron.
Los rezagados nos volvimos a unir al grupo a la altura de la glorieta del restaurante Magalia y atravesando el parque cogimos la avenida del polígono para dar continuidad a nuestro camino en esa misma dirección por el sendero que corre paralelo a la CL-505 en dirección Madrid por el lado de la izquierda.
El primero en sumar puntos loser a su cuenta particular fue Miguel que yendo el primero se vió sorprendido por una rampa muy corta pero empinada que inicia el sendero. Como suele ser habitual, no quedó grabado, pena, pero tuvo que ser espectacular, saliendo por encima del manillar. Momentos después pasaba Christian registrando la calidad de la rampa de marras.
Este sendero desciende ligeramente y es muy, muy divertido, con rocas, raíces y pinos que dificultan el paso lo justito para darle ese punto de interés. Me tocó rodarlo detrás de Jaime que apuraba las frenadas al máximo y como el terreno estaba tan seco levantaba mucho polvo dificultándome la visibilidad hasta el punto de tener que reducir la velocidad para poder ver los mencionados obstáculos.Cruzamos la CL-505 a la altura de «El Valladar», un área recreativa, para volver por el otro lado de nuevo a Las Navas. En este caso, lógicamente, el camino es ligeramente ascendente al principio pero transita bonito entre el pinar. Con algún paso entre rocas y raíces que algunos, por seguridad, prefirió afrontar a pie, llegamos de nuevo a la glorieta del resturante Magalia, pero por el lado opuesto.
Comenzaba entonces un tramo desconocido para mi, una recomendación del compañero de oficina. Se trata de una senda que con ligero ascenso alcanza el llamado «Risco de los Dineros» y luego serpentea un poco hasta llegar a las inmediaciones del área recreativa «El Valladar» por segunda vez. En un claro del camino no pasamos la oportunidad de fotografiarnos encaramados a unas rocas con unas vistas estupendas..
Nos dirigimos hacia el sur y tras atravesar un cortafuegos comenzamos un rápido descenso por pista.
Tras cruzar la vía del tren hicimos una breve parada para reagruparnos y me dio la sensación de haber desaprovechado la pérdida de cota. Bajar rápido por pista no tiene tanta gracia como bajar por senderos, naturalmente. Habrá que investigar por la zona, desconocida para mi, para ver si podemos en una futura edición descender por sendas con mayor dificultad técnica.
Seguimos bajando por pista y justo después de equivocarnos, saltándonos un giro a la izquierda, a Jaime (el de Guadarrama) que iba rodando justo delante mía y muy rápido, le dio por mirar el reloj, no sabemos porqué, y perdió el control dando con sus huesos en el suelo y arrastrándolos (junto al resto de su organismo) a lo largo de unos buenos, calculo yo, cinco metros.
Una vez más la caída no está grabada, pero los reporteros llegaron prestos a cubrir los momento posteriores al accidente. Bastante poco se hizo para el guarrazo que se pegó. Con el casco roto y el lateral derecho arañado y magullado continuó la ruta con mucho pundonor.
Los adelantados volvieron al darse cuenta de que habían equivocado el camino y de nuevo los doce juntos volvimos por nuestros pasos hasta el ramal correcto para continuar bajando, por una pista infinita y de razonablemente buen firme que daba para coger mucha velocidad rodando todo el rato en paralelo al «Arroyo del Valladal» para ya en el punto más bajo de la ruta (920m) cruzar el «Arroyo Retuerta», casi equivocar el camino, y comenzar el larguísimo ascenso de la muerte.
Cada uno a su ritmito, que es la mejor forma de alcanzar la cumbre con garantías. Así fue como afrontamos la subida. Ángel, Miguel y El Bombi abriendo camino y Jaime y yo, cerrándolo. A ratitos se nos unía Christian, Pablo, Jaime (Santos)… Como suele pasar, el pelotón se estiró y a mitad de ruta el segundo grupo paró a la sombra para esperar a los de cola. Los primeros pensaron que habían equivocado el camino y de hecho aceleraron pensando que iban por «el camino largo» y que nos encontraríamos ya en la meta. Siendo además que Jaime y yo, los portadores de los walkie talkies, nos quedamos juntos ayudando a Gualter a cambiar la cámara de su rueda trasera… el vagón de cola perdió contacto con la locomotora.
Antes de llegar a la AV-502 giramos ampliamente a la derecha para afrontar, ahora si, la parte más dura de la ruta. Con las piernas calentitas tras los 10 kilómetros de subida nos esperaban las rampas más empinadas y rotas de todo el recorrido. Las de la subida al «Cerro de Navalvillar» por las ruinas de «Casa Grande». Además el sol empezaba a picar. Nos había respetado durante todo el recorrido, pero por este último paraje las sombras escasean y nos sobraba toda la ropa de abrigo que nos había hecho falta al iniciar la jornada.
Comienzan a aparecer los primeros pies a tierra. Normal. El terreno pica fuertemente hacia arriba y el cansancio acumulado hace mella en muchos perdedores. Apenas quedan 3 kilómetros de ruta y la promesa de una bebida fresquita nos anima a seguir. Eso y que no nos quedan más pelotas que terminar la ruta, claro. Existía la posibilidad de suavizar este último tramo llegando hasta la carretera y volviendo por ella a Navalperal de Pinares. Se evitan casi 50 metros de desnivel positivo… pero somos perdedores inconscientes y tiramos por las cuestas para arriba.
Contra todo pronóstico y para sorpresa generalizada fui capaz de subir todo el rato encima de la bici. Casi muero, pero lo conseguí. Hay que ver si estos «puntos winner» sirven para restar «puntos loser». Lo comentaremos la próxima vez que nos juntemos, a ver si formalizamos el baremo.
Si habéis visto algún capítulo de The Walking Dead os podéis hacer una idea de cómo íbamos llegando de vuelta a casa. Como zombies ciclistas después del palizón. Yo con migrañas, tuve que acostarme un rato. Menos mal que se me pasó pronto. Gualter confiesa que hasta la tercera cerveza no fue capaz de moverse. Los primeros en llegar ya se habían avituallado debidamente, claro está. Y ya sabéis cómo siguen estas cosas. Comida rica, bebida, bromas, comentarios sobre lo acontecido y mucha camaradería de la buena. Que a fin de cuentas es de lo que se trata, de atesorar muchos momentos como estos en tan buena compañía.
También hubo «BiciCoa Kids» con entrega de medallas y todo para hacer las delicias de los pequeños. En pocos años podremos hacer la ruta todos juntos y entonces volveremos a batir récord de participación…¡No veo el día!
Como todo este jolgorio requiere de una logística no puedo cerrar este reportaje sin agradecimientos. A mi Lourditas y a mis cuñados Miriam y Miguel. A todos los familiares que con entrega perdedora se pegan el madrugón del año para estar a la hora citada en el punto de partida. Y, claro está, a los participantes. Que aunque se peguen un año entero sin tocar una bici este día, como embrujados por la promesa de cerveza y panceta se visten de corto y lo dan todo.
Mis coleguitas.
¡El año que viene repetimos!
Ole, ole y ole!. Otro post en que se disfruta la genial manera de escribir que tienes 🙂
Una bicicoa más y como siempre todo genial , todo gracias a Moisele y Lourdes y su dedicación, mil gracias os queremos.