Por favor, dejadme que os cuente con detalle nuestro fin de semana recorriendo el Ramal Norte del Canal de Castilla con niños.
Llegando el buen tiempo comienza la mejor época para el ciclismo en familia, eso es así. Y a esta ruta de la que voy a hablar en esta nueva entrada, amigos lectores, hace años que le teníamos muchas ganas. La teníamos planificada para 2020 (incluyendo la reserva de alojamiento y todo) pero tuvimos que cancelarla por culpa de la maldita pandemia. Esta primavera de 2023 hemos tenido la oportunidad, finalmente, de llevarla a cabo con bastante éxito, diría yo.
Moisés, María, Jorge, Ali, Laura, Andrés, Lourdes, Jaime, Álvaro, Raúl, Martín, Odie y Paloma
Pero antes de empezar creo que es oportuno contar muy a grandes rasgos qué es el Canal de Castilla porque el propósito de este este blog, además de entretener, es el de arrojar unas notas de cultura sobre vuestras cabezas, que solo pensáis en dar pedales y eso no puede ser. No es el propósito de esta entrada, claro está, detallar pormenorizadamente la historia del mismo porque para eso hay documentación en Internet a patadas, pero sí me gustaría dar un poco de contexto. El mínimo para pasar el día. El Canal se proyectó en el siglo XVIII como vía de comunicación comercial para dar salida a través del Mar Cantábrico (por Santander) al excedente de cereal producido en la Meseta. Inicialmente se pretendían construir cuatro canales:
- Canal del Norte, el que hemos conocido en este viaje, que pretendía unir Reinosa (Santander) con Calahorra de Ribas (Palencia). Solo se construyó hasta Alar del Rey (Palencia).
- Ramal «Canal de Campos», entre Calahorra de Ribas y Medina de Rioseco (Valladolid). Se construyó por completo
- Canal Sur, que da continuidad en El Serrón al Ramal «Canal de Campos» hasta desembocar en el Pisuerga en Valladolid. También se construyó por completo.
- Canal de Segovia, que nunca fue construido, entre Villanueva de Duero y Segovia.
La lentitud de las obras (causadas, además de por los medios disponibles en la época, por los conflictos bélicos que se sucedieron) y aparición del ferrocarril, fundamentalmente, fueron principalmente los causantes de que se desestimara la construcción de los tramos pendientes y de que se dejara de utilizar el Canal de Castila como medio de transporte fluvial. Las barcazas de mercancías tiradas por mulas que caminaban por los caminos que corren paralelos al canal por ambos lados (caminos de sirga) no podían competir con la velocidad del tren. No obstante el Canal tuvo su época de gloria. Por ejemplo, entre 1850 y 1860 eran 350 las barcazas que recorrían los kilómetros construidos, la longitud actual de la infraestructura.
Total, que el canal dejó de explotarse como vía de comunicación en 1959 pero siguió dándosele uso para el regadío de los campos, que no es poca cosa. Y más recientemente, para nuestro regocijo, se comenzó a promover su faceta histórica, cultural y recreativa. Además, ojo, es un ecosistema valiosísimo.
Como podéis ver en el mapa de arriba, el Canal de Castilla con sus tres ramales construidos tiene forma de «Y» invertida. Nosotros hemos recorrido en dos etapas del Ramal Norte pero tengo que confesar que no en su totalidad. Mide 75 kilómetros pero nosotros hemos dejado sin visitar unos 18 entre Frómista y Calahorra de Rivas. Por motivos logísticos, fundamentalmente.
La idea era hacer dos etapas: la primera desde Alar del Rey hasta Melgar de Fernamental (El mejor nombre de pueblo que he oído en mi vida). La segunda etapa, desde Melgar de Fernamental hasta Frómista. Tratándose de rutas lineales la logística se complica porque, como suponéis, hay que organizar lo de volver al punto de origen a por los coches. Ahora os cuento cómo lo resolvimos con la ayuda inestimable de Paloma, la hermana de María.
Alquilamos una casa rural en Melgar de Fernamental (voy a escribir este nombre mil veces más porque me flipa): Casa Rural Hortelanos. Muy, muy recomendable la casa. Éramos ocho ciclistas y el sábado fuimos en dos coches a Alar del Rey con idea de empezar a dar pedales a eso de las 10 de la mañana. Paloma vino con nosotros y se trajo de vuelta un coche a Melgar de Fernamental. Ese día bajamos en bici por el Canal de Castilla hasta volver a la casa rural y por la tarde Jaime y yo volvimos a por el otro coche.
El domingo no madrugamos especialmente pero Jaime y yo, mientras el resto se preparaba, llevamos un coche a Frómista, el destino de la ruta ese día. Volvimos en el otro coche a Melgar de Fernamental y salimos, junto al resto de ciclistas, directamente en bici desde la casa rural. María, Paloma y los dos niños más pequeños fueron tranquilamente en coche hasta Frómista donde nos juntamos todos.
Estuvimos toda la semana pendientes de la previsión meteorológica porque daban lluvia. Hacía meses que teníamos el viaje cerrado y tener que cancelarlo o no poder hacer las rutas por culpa de la lluvia sería una pena de las gordas. Aunque bien deseada, que buena falta hace esta lluvia, no contábamos ya con tener que echar mano de paraguas o chubasquero en junio.
El sábado anunciaba precipitaciones a partir de la hora de comer así que si madrugábamos un poco podríamos hacer el recorrido y llegar a casa antes de que comenzara a llover. Así que a las 10, como os he adelantado antes…
¡estábamos en Alar del Rey listos para dar pedales!
El día estaba perfecto de temperatura y fíjate qué cielo más azul. No obstante, como no llevábamos bocatas (sí algo de picoteo para cuando te entra el gusanillo a media mañana) llenamos las alforjas con los chubasqueros que más vale prevenir que curar.
El Canal se muestra en sus primeros kilómetros como el típico camino con el verde crecido por el medio y con dos «raíles» con la separación de las ruedas de un coche. Bueno para rodar en paralelo, claro, pero hay que estar pendiente para no salirse. El firme es bueno. Comenzamos rodando en pelotón pero está clarísimo que en pocos minutos el grupo se va a estirar porque a los niños les gusta ir por delante y no todos tienen la misma energía. No importa, el recorrido no tiene pérdida y además los adultos ya tenemos la costumbre (adquirida ya en tantas rutas que llevamos hechas) de separarnos para ir al menos uno en la cabeza y otro en la cola.
Se ve que ha llovido por la zona durante la noche porque hay charcos. Los niños no solo no los esquivan sino que los buscan. Los adultos buscamos la belleza de los paisajes o la compañía y el compadreo ciclista, pero los niños se alimentan de otro tipo de motivaciones, como ponerse hasta las cejas de barro aunque al día siguiente haya que usar la misma ropa de bici. Carpe diem que en latín quiere decir «pisa el charco».
Avanzamos a una velocidad de unos 12 km/h y las paradas son inevitables: que si para una foto, que si para reagruparnos, que si para ajustar algo de alguna bici… Andrés tiene mérito doble porque además de no ser ciclista (practica otros deportes, fundamentalmente fútbol) va en una bici de rueda de 24″ que además de quedarle pequeña tiene problemas serios de oxidación. El desviador delantero no funciona, así que se ve obligado a rodar en plato mediano todo el tiempo. No es el peor de los males porque como el terreno es muy, muy, muy llano jugando con el cambio trasero, que sí funciona, se apaña bien.
Raúl también tiene lo suyo porque para ver qué tal le val al niño una bici de rueda de 26″ este viaje ha cogido la de María, que no puede hacer ejercicio al estar convaleciente de una cirugía. Esa bici pesa casi más que el niño… y a la larga, como veréis, se nota.
El agua del Canal está muy turbia, parece que corre barro, de las tormentas que se vienen sucediendo todas las tardes desde hace días. El Río Pisuerga, del que se alimenta el Canal, está en el mismo estado. Desluce un poco el paisaje, no te voy a decir que no, pero qué le vamos a hacer…
Nos vamos encontrando a nuestro paso multitud de puentes, algunos más modernos pero la mayoría de piedra construidos al mismo tiempo que el Canal y demás infraestructuras fluviales, como las famosas esclusas. En total, en el Ramal Norte, hay 24 esclusas, la mayoría no funcionan.
Poco después de pasar Herrera de Pisuerga se encuentra el Centro de Interpretación del Canal de Castilla. En este punto se cruzan el Canal y el Río en una anchura que salvamos gracias a un puente colgante bastante pintón.
Junto al Centro de Interpretación hay un área recreativa con mesas, césped y buena sombra. Es buena hora y buen sitio para hacer la parada del día y tomar un tentempié. Poca cosa, que hay que continuar (nos quedan todavía 20 kilómetros) y no podemos entretenernos que esta ruta es una carrera contrareloj y nuestro rival es la tormenta. Unos kikos y unos filipinos servirán para engañar al estómago un ratejo.
Somos afortunados porque los árboles nos van dando sombra y no pasamos calor. Además el firme es excelente y se rueda cómodamente.
En un momento dado, rodando Andrés en cabeza, decide parar de repente. Como no está acostumbrado a hacer rutas no sabe que hay que avisar y echarse a un lado para evitar que el que viene detrás se choque con él…. y sucede que Jorge no puede frenar a tiempo y se produce la colisión. Y detrás viene Ali que también choca. Y detrás viene Lourdes que tampoco puede frenar a tiempo.
El disco de la rueda delantera de Lourdes se hunde claramente en la cubierta trasera de Ali, pero por suerte no llega a producirse el corte porque hubiéramos tenido que hacer una reparación de la cubierta Dios sabe cómo. Porque cámara de repuesto tenemos, pero un corte en la cubierta es harina de otro costal. Por suerte el incidente se cerró con un rasguño en la pierna de Jorge y una valiosa lección ciclista aprendida por parte de Andrés.
El Canal de Castilla pasa entre Osorno y Melgar de Fernamental. Nosotros tenemos que llegar en bici hasta la casa rural y para no tener que rodar por carreteras con tráfico más de lo necesario nos salimos del Canal a la altura de San Llorente de la Vega y rodamos por carretera, pero secundaria y apenas nos cruzamos con tres o cuatro coches. Los niños respetan perfectamente las instrucciones que les hemos dado de rodar en fila india sin adelantarse y dejando dos o tres bicis de separación entre uno y otro. Así minimizamos el riesgo. Tras 33 kilómetros de ruta llegamos a nuestro destino.
Aproximadamente una hora después de llegar se puso a llover. La mañana salió perfecta. Una buena comilona a base de macarrones a la carbonara y una siesta reparadora. Y por la tarde, los niños a disfrutar de la piscina cubierta que tiene la casa y los mayores a descansar con unas cervecitas.
El domingo la previsión meteorológica era mucho más favorable: no se pronosticaba lluvia hasta las 18:00. Teníamos tiempo de sobra para salir de Melgar de Fernamental a media mañana y llegar a Frómista antes de las 17:00, hora a la que habíamos reservado un paseo en uno de los barcos recreativos que recorren un trocito del Canal con explicación incluida.
Para volver al Canal de Castilla tenemos que rodar un poquito por carretera (muy poco) y tomar una pista de tierra que indica 2,3 Km hasta el Canal. Son poco más de las 12 del mediodía y el sol aprieta. Hoy no llevamos chubasqueros porque sabemos que no van a hacer falta.
Una vez alcanzado el Canal seguimos avanzando por la orilla izquierda con un ritmo adecuado. No abundan las sombras y parece que el suelo está lleno de piedras. Muy compactadas, eso sí, pero no es fácil lanzar la bici. Este, junto al calor, serían los factores que nos hicieran penar más de la cuenta.
El paisaje cambia sutilmente. Ya no hay tantos árboles en la ribera para hacernos más llevadera la ruta con su sombra. Ya no hay charcos con los que divertirse. Además tenemos que remontar un par de cuestas que, aunque sean insignificantes si estamos hablando de ciclismo de montaña, son mucho más de lo que habíamos tenido que ascender durante la ruta del sábado.
En torno a las 14 y habiendo recorrido más o menos la mitad del kilometraje paramos para comernos los bocatas en un apartadero a la sombra. No había áreas recreativas ni construcciones a las que acercarse en busca de un murete donde sentarse. Sin entretenernos demasiado reanudamos la marcha. Debíamos llegar antes de las 17:00 a Frómista porque necesitábamos algo de tiempo para colocar las bicis en los portabicicletas que con los cierres de seguridad es donde más protegidas iban a estar contra los robos mientras dábamos el paseo en barco.
Hacía mucho calor y el terreno no era el mejor para que los niños rodaran ligero. A Raúl se le estaba haciendo bola llevar la pesada bici de María con el peso añadido de las alforjas (que él mismo se empeño en portar). A Ali directamente le dio una pájara. En un momento dado se encontró mareada y con el estómago revuelto. Quedaban unos 15 kilómetros y no quedaba más remedio que continuar porque estábamos en mitad de la nada así que sacamos la goma elástica que llevamos como medida de precaución para, como era el caso, remolcar a alguien en caso de emergencia.
No habíamos practicado el remolcado, debo de reconocer, pero enseguida nos hicimos a ello. Solo hubo un incidente. Bajando una pequeña cuesta frenamos de manera desacompasada y la arrastré. Apenas una rozadura en la rodilla, nada grave.
A pesar de estar siendo remolcada el terreno era tan asqueroso que las vibraciones de las piedras le seguían revolviendo el estómago, pero por suerte una media hora más tarde ya se recuperó. Rodábamos con el invento a una velocidad de entre 15 y 17 Km/h. No podía ir mucho más rápido por piernas y por prudencia. Los últimos 500 metros los recorrió Ali por sí misma por el orgullo de llegar por sus propios medios. Y junto a la esclusa cuádruple nos esperaban Laura y Lourdes, que se habían adelantado unos cientos de metros, María, Paloma, Martín y Alvarito.
Para solucionar el problema de Raúl hubo cambalache de bicicletas. Andrés terminó con la de Jorge, Raúl con la de Andrés y Jorge con la de Raúl… para su desgracia porque, como digo, ya era complicado avanzar dignamente por esos caminos como para encima ir lastrado por el peso y las características de la bicicleta. No llegó de muy buen humor Jorge, no, a Frómista.
Pero el caso es que fuimos llegando uno detrás de otro en torno a las 16:00 con tiempo de sobra para refrescarnos antes de subir al barquito. Tras montar las bicis en el porta fuimos a la gasolinera del pueblo a comprar agua fresca porque estábamos deshidratados. Nos cambiamos de ropa y disfrutamos del paseo fluvial, relajante, tras un durísimo día de bici.
Enhorabuena a los niños. A Andrés especialmente, que ha superado esta prueba de fuego (y con una bici que debió acabar en el fondo del canal y no volver a Santander) de cara a otros retos ciclistas que nos van a acontecer en un futuro cercano. Para el resto de niños solo tengo palabras de admiración. Tenéis el cielo ganado por aguantar estas locuras de vuestros padres. Espero que algo os quede de mayores, espero que esto os haga un poquito mejores en algún sentido.
Enhorabuena a Lourdes, que le está cogiendo el punto a esto de la bici y para mí ese es un regalazo.
Enhorabuena a Jaime. Igualito está el tío que en 2019 cuando vino a esa primera BiciCoa. Siempre lo digo, me siento en parte responsable por haberle metido el gusanillo por la bici y por lo tanto muy orgulloso.
Y mil gracias a María y a Paloma por la ayuda logística. Nos ha facilitado muchísimo la tarea contar con vosotras.
Se nos ha dado bastante bien el finde de bici y por lo tanto solo quiero anotarle puntos perdedor a Andrés por ese frenazo inoportuno. Pero es una cosa que a todos nos ha pasado, no hay que darle mucha más importancia. Sí se la doy a la caída que tuvo Natalia hace unos días y que la van a tener apartada de los caminos una temporada. ¡Ánimo, Natalia! En menos que canta un gallo ya estarás otra vez subida encima de la bici.
Me despido recomendando MUCHO esta experiencia. Muy asumible para todos los niveles de forma. No creo que en verano sea buena idea a no ser, ojo, que se haga de noche que puede molar bastante.
¿Cuál será la próxima ruta en familia? Una de las buenas, ya veréis.